domingo, 15 de febrero de 2015

LA ESPECIALIZACIÓN, ESE MAL DE NUESTRO TIEMPO


Pablo Ruiz Picasso, La planchadora (1904)

Un hito para la definitiva humanización de los homínidos fue la desinstrumentalización de su cuerpo, y por tanto la liberación de todo medio natural determinado, a diferencia del resto de los animales. Tal desinstrumentalización natural fue acompañada del pertinente crecimiento encefálico que permitió el desarrollo de un lenguaje, pues siempre decía más que lo que en cada momento quería decir, ya que cada palabra trascendía el aquí y ahora de lo que se expresaba.

De la misma manera que el cuerpo siempre era más universal que el instrumento que utilizaba, su lenguaje nunca quedaba estrictamente circunscrito a la situación que lo había provocado. Con esto estamos diciendo que la no especialización, tanto del cuerpo como del lenguaje humanos, fue condición para la versatilización de especializaciones inherentes a los mismos.

Lo anterior se puede confundir con la no cualificación, por el hecho de no poseer un a priori de especialización cualificada, como la tiene un ave para volar o un tigre para cazar. No. En el ser humano la no cualificación, entendida como la falta del dominio necesario de una determinada disciplina, constituye un estado en el que lo universal no ha encontrado el cauce adecuado para su ejercicio como tal. Esto es: un ejercicio que le permita ser precisamente eso, universal. Lo cual significa ser el poder relacional que permite la unidad tanto del saber práctico como teórico, así como de la relación entre ambos. La no cualificación es por tanto el resultado de la violencia que supone la temprana instrumentalización de este poder relacional, debido a unas condiciones sociales de existencia que hacen que unos seres humanos sean utilizados para hacer posibles los privilegios de otros.

Lo universal, por consiguiente, sujeto a la perversión de su utilización, no despliega el poder que le es inherente, y que no es otro que el poder de relacionar lo puesto en juego en cualquier realización, sea práctica o teórica, haciendo posible la unidad de la misma; ya que si esto no es así no hay realización posible. De ahí que una educación realmente liberadora tenga como fin que lo universal desarrolle su potencial instrumentalizador. Quiere decir esto que toda especialización, en tanto que es una limitación, tiene que tener como condición inexcusable que a la vez que busca la realización de unos objetivos limitados, afirme la universalización del que se especializa (su poder relacionador o unitario). Esto solo se puede conseguir desde el verdadero dominio de los principios más universales del saber, y de la relación que los frutos de la especialización tiene con los mismos. De no ser así, toda especialización nos retrotae a una forma de naturalización social, en la que conjuntos de individuos se ven atrapados en una nueva instrumentalización, de la cual, y por la propia evolución natural, ya habían escapado.

Foto de una niña en Quito de Sebastião Salgado.


Si, como la evolución natural demuestra, la liberación de la especialización animal supuso el ascenso a una inteligencia universalla especialización social implica necesariamente una violación de la misma. Que una sociedad clasista no nos quite lo que la evolución nos ha dado.

Reflejamos aquí un pasaje del historiador británico Toynbee sobre los peligros que muchas civilizaciones han visto en la especialización:

«Queda por considerar lo que hemos llamado el desequilibrio, el efecto del impacto de la división del trabajo en la vida de la mayoría no creadora.
El problema social que espera al creador cuando retorna de su retiro a una renovada comunión con la masa de sus compañeros es el de elevar el nivel medio de una cantidad de almas humanas ordinarias al nivel superior que ha alcanzado él mismo; y tan pronto como aborda esta tarea se ve frente al hecho de que la mayoría de las masas son incapaces de vivir en este nivel superior con todos sus corazones y voluntades y almas y fuerzas. En esta situación puede sentirse tentado de seguir un atajo y recurrir al procedimiento de elevar alguna facultad aislada a un nivel superior sin preocuparse de la personalidad total. Esto significa [...] forzar [a] un ser humano a un desarrollo desequilibrado. Tales resultados se obtienen más fácilmente en el plano de una técnica mecánica, puesto que, de todos los elementos de una cultura, sus aptitudes mecánicas son más fáciles de aislar y comunicar. No es difícil hacer un mecánico eficiente de una persona cuya alma permanece en todos los demás departamentos primitiva y bárbara. Pero otras facultades pueden especializarse e hipertrofiarse del mismo modo.
[...]
Los griegos del siglo V tenían una especial para este desequilibrio: βαναυσία [banausía]. El βάναυσος [banausos] era una persona cuya actividad estaba especializada mediante una concentración en alguna técnica en particular, a expensas de su desarrollo integral como ser social. La clase de técnica que estaba en las mentes de las gentes cuando empleaban este término era alguna profesión manual o mecánica.
Esta sensibilidad helénica ante los peligros de la βαναυσία se ha expresado también en las instituciones de otras sociedades. Por ejemplo, la función social del sábado judío y el domingo cristiano es hacer que, al menos un día de cada siete, un ser que ha estado entumecido y cegado por la especialización profesional mediante la cual ha ganado su vida durante seis días, pueda recordar en el séptimo a su Creador y vivir la vida de un alma humana integral. A su vez, no es cosa de azar que, en Inglaterra, los juegos de equipos y otros deportes hayan ganado en popularidad con el desarrollo del industrialismo; pues tales deportes constituyen una tentativa consciente de contrarrestar la especialización destructora del alma que ocasiona la división del trabajo bajo el industrialismo.
Desgraciadamente,  esta tentativa  de ajustar la vida al industrialismo creciente mediante el deporte ha sido vencida en parte porque el espíritu y el ritmo de aquél ha invadido e infectado al deporte. En el mundo occidental de hoy, los atletas profesionales, más estrechamente especializados y más extravagantemente pagados que ningún técnico industrial, proporcionan horribles ejemplos de βαναυσία al máximo.»

Arnold Toynbee, Estudio de la Historia, I, Barcelona, Altaya, 1994, pp. 446-449.

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