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C. D. Friedrich, En un barco velero. 1818-20. |
Córdoba, 20 de septiembre de 2011.
Ponente: Francisco Almansa González, Presidente de la asociación Aletheia.
A la hora de hablar y tratar de clarificar el significado de viejos y nuevos valores, parece importante reflexionar, en primer lugar, acerca de lo que entendemos por tales. Parece plausible entender un valor como aquello que al afirmarse y ser afirmado, nos afirma; y al ser negado nos niega. Tales afirmaciones y negaciones pueden ser tanto directas como indirectas. En cambio, los antivalores serían aquellos que, al afirmarse, nos niegan, y, al negarse, nos afirmamos. Un ejemplo muy claro de estos últimos serían, por ejemplo, las drogas: nos hacen sentir bien en un primer momento, pero, a la postre, acaban negándonos.
Hemos definido tres grandes conjuntos de valores, que pueden enunciarse como sigue:
A) Valores objetivos: son aquellos que nos afirman dentro de determinados límites cuantificables o medibles (por ejemplo, la salud). Suelen ser los propios de la ciencia.
B) Valores esenciales o subjetuales (que no subjetivos): Son aquellos que no son determinables porque por ellos somos lo que somos, y, en tanto que tal, libres. Es por ello que pueden también denominarse valores de la libertad. Son, pues, los que nos afirman como aquello por lo que inmediatamente nos reconocemos o identificamos como nosotros mismos. En relación a lo anterior, pues, podemos afirmar que la libertad no consiste en otra cosa que en la afirmación de la propia singularidad, de manera que nos podamos diferenciar de aquello que no somos relativamente. Es, por tanto, lo que nos permite ser nosotros mismos.
Estos valores son patrones en su género; por lo tanto, no pueden ser medidos. Cada persona es única; y medir lo que en ella es única es una contradicción, puesto que una medida supone una determinación de lo que es sí mismo; lo que significa forzarla a no ser sí mismo.
El verdadero patrón de la mismidad es aquel que la ama, y, por lo tanto, busca únicamente afirmarla. O sea: que cada uno llegue a ser el patrón de sí mismo. En la medida que una conducta es determinable, lo que se mide es la falta de mismidad, y esto implica una identificación excesiva con lo que no se es.
En estos valores se incluyen, por tanto, el pensamiento, el amor y la voluntad. En efecto, se produce la coincidencia con nosotros mismos cuando amamos, pensamos o nos afirmamos debidamente. Cuando no ocurre esto, por el contrario, no logramos sentirnos ya plenamente nosotros mismos. Ahora bien, ¿cómo conocemos si esa afirmación de los valores esenciales es la debida? ¿Cómo sabemos si no se encuentra impregnada de subjetividad? Fundamentalmente, a partir de las posibilidades que puede realizar. Y, efectivamente, son precisamente los valores esenciales los que más potencialidades poseen para ello. Así, un amor muy localizado podrá realizar, asimismo, muy pocas posibilidades, al mismo tiempo que tenderá, por su propia localización excesiva, a deformar o desequilibrar otros valores esenciales (un amor fetichista, por ejemplo, tenderá a focalizar asimismo en demasía al pensamiento y la voluntad, convirtiéndolos en buena medida estériles). Por el contrario, cuanto más universal sea un amor, más afirmará, asimismo, a otros muchos seres -posibilitando que sean más sí mismos-, y más creativos y llenos de posibilidades podrá conformar al pensamiento y la voluntad asociados a él; y viceversa.
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René Magritte, Le Retour (1940) |
C) Valores Fin: Son aquéllos en los que la Libertad se hace presente, por lo que las realizaciones de los mismos se hacen por sí mismas. Se trata, por tanto, de realizaciones libres. Son, podemos decir, los límites de una realización. Mientras que las realizaciones libres son un fin en sí mismas, las que se realizan por un fin que no les pertenece son realizaciones relativas, y por tanto no libres.
Que la libertad se hace presente significa que la realización de un Valor Fin no necesita compensación, por lo que es un regalo en sí misma. Pero también quiere decir que la libertad se nos hace presente. O sea, que adquiere una forma objetiva. Sin embargo, su objetividad o determinabilidad depende de la Libertad o Mismidad. Es un mundo que posee, por tanto, sus propios límites, al contrario del que se manifiesta en los Valores objetivos, en los que se revela la autolimitación del ser; mientras que en los Valores Fin el ser es autopresencia o autoapertura, pues en ellos la Libertad es un presente.
Los Valores Fin son, como presentes abiertos, los que sugieren nuevas posibilidades de realizaciones por sí mismas, pues ellos mismos son valores por sí mismos. Por lo tanto, el fin de todo futuro es siempre el Valor por sí mismo.
Mientras que los valores esenciales tienen que exteriorizarse, poseer un objeto, los valores Fin son, como se ha dicho, son aquéllos donde la Libertad se hace presente. Son los valores por sí mismos, y, por tanto, la negación de la relatividad. Los esenciales son expresión de nosotros mismos, pero si no se exteriorizan o se proyectan no nos sentimos plenamente realizados. Esa expresión constituye, precisamente, los Valores Fin.
Un ejemplo es el arte, el cual es expresión u objetivación de la propia libertad. Una obra de arte ya no determina, sino que inspira. Así ocurre también, por ejemplo, con un gesto bello, que supera los límites más o menos constrictivos de la moral, convirtiéndose, pues, en puramente gratuito. Los Valores Fin constituyen, pues, los valores a alcanzar, porque no imponen, sino que inspiran, esto es, sugieren posibilidades, sin determinar.
El conflicto entre valores.
-Valores relativos / Valores Fin.
Mientras que los primeros exigen compensación, los segundos son por sí mismos, por lo que expresan gratuidad. Los Valores Fin poseen su compensación en su propia realización; no se realizan, por tanto, por otra cosa.
En consecuencia, un mundo realmente libre es aquel en el cual los objetivos supremos vienen constituidos por aquellos que se realizan por sí mismos, mientras que los que se hacen por un objeto externo a ellos mismos se subordinan a los primeros. Puede afirmarse, pues, que cuando todo se hace por otra cosa se vive en una sociedad que fácilmente podríamos calificar de mercenaria.
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Sandro Botticelli, Alegoría de la primavera (1478-82) |
-Valores laicos / valores religiosos.
Los primeros son relativos a la convivencia social en relación al Tiempo presente; los segundos a la moral en relación a fines últimos. El verdadero conflicto que se presenta entre ambos no es otro que el de la localización de las verdaderas fuentes de la moral: ¿dónde situarlas? ¿por qué hemos de hacer lo que debemos hacer? Es evidente que aquí, en última instancia, no pueden ni deben situarse valores pragmáticos, los cuales, por una parte, no pueden constituirse verdaderamente en fuente de valor, y, por otra, pueden dar lugar, como de hecho ocurre, a frecuentes abusos.
Nuestro planteamiento aquí es que ambos pueden ser compatibles a través de un valor superior: el valor de la Inocencia. Entendemos al inocente como el que, presenciándose, presencia al otro como un fin en sí mismo y no lo utiliza nunca como un medio. No se trata de un estado pasivo, sino plenamente activo de afirmación de la singularidad del otro. Por lo tanto, es también negación activa de todo aquello que como institución o persona utilice a los otros como medios. Es, por tanto, una ley de leyes. En la historia no dejamos de tener ejemplos de ello: Jesús, Buda, Marx, Einstein, etcétera. Todos ellos se caracterizaron por presenciar a otros antes ignorados y prácticamente invisibles, devolviéndoles la dignidad que les corresponde, o bien entregando por sí mismo el fruto de su trabajo para elevar nuestro nivel general de conciencia, a fin de ampliar también nuestras posibilidades de todo tipo.
Así pues, desde el punto de vista del valor de la inocencia, no tiene porqué existir conflicto entre los valores laicos y los propiamente religiosos. El problema surge cuando tanto la sociedad laica como las propias instituciones religiosas utilizan a los seres humanos, e incluso a ellas mismas, para fines externos a los que les corresponden, como ocurre también desgraciadamente con demasiada frecuencia.
-Valores del individuo / valores sociales.
Como es bien sabido, los primeros persiguen fines particulares, la exaltación de las cualidades personales y el reconocimiento del éxito, mientras que los segundos aspiran a bienes tales como la cooperación, la solidaridad, el cuidado por lo público, etcétera, por lo que inevitablemente entran en conflicto. No obstante, ambos pueden ser conciliados por lo que denominamos como Singularidad solidaria. Efectivamente, el inocente, tal y como queda entendido más arriba, es el que, afirmándose en su propia vocación, que constituye una gratificación por sí misma (y que, por tanto, toma sólo lo justo para poder continuar con su labor), afirma a su vez a los demás. Es ésta, pues, la que entendemos como singularidad solidaria. Así pues, el fin es que las realizaciones personales puedan constituir un presente para los otros, de la misma manera que recibimos siempre, a través de la solidaridad social, los presentes de los demás. La singularidad solidaria constituye, pues, el fin social capaz de conciliar los dos polos de la individualidad y los valores sociales.
-Valores de la eficacia / valores ocio.
Los primeros afirman el trabajo racionalizado en relación a la productividad; los segundos el disfrute pasivo de lo realizado. Es el propio carácter externo del primero el que conduce a la pasividad no creativa del segundo. Ambos pueden ser superados por el trabajo libre (creativo o vocacional) y la contemplación inspiradora, ya que el primero constituye una realización por sí mismo, por lo que su ocio no será pasivo, sino activo, inspirado a su vez por las realizaciones de otros.
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Marc Chagall, Ángel azul |
Resumen.
-Transparencia o Inocencia: Actuar para que los otros sean valores en sí mismos y no medios.
-Gratuidad: Que lo que se realice tenga valor por sí mismo; por lo tanto no implica más compensación que la energía real consumida en su realización.
-Justa compensación: Se tiene derecho solamente a la restitución de lo consumido tanto para reproducir en condiciones óptimas la fuerza de trabajo gastada en la conservación de la misma, como de toda la energía necesaria para la realización de lo que tiene un valor por sí mismo.
-Trabajo libre: Es el trabajo que se realiza por sí mismo. Es aquélque implica vocación, y en el que lo realizado y la realización más coinciden. En el trabajo libre concurren: a) la realización personal; b) la creatividad; c) la eficacia; y d) el bien social.
-Singularidad solidaria como Valor Fin humano: Es la clave educacional para la construcción de un nuevo mundo, pues supone que la afirmación de la singularidad de cada uno implica la afirmación de la singularidad de los demás. Asimismo, tal concepto vale para otras diferencias esenciales del ser. Por ejemplo: que la afirmación de la singularidad humana en tanto que tal ha de afirmar a su vez la singularidad de la Naturaleza; etc.