William Turner, Sombras y oscuridad, la tarde del diluvio (1843) |
I CHING. EL LIBRO DE LAS MUTACIONES. Barcelona, RBA, 2006.
«Es preciso que ni aun en medio de circunstancias adversas se deje uno arrastrar indefenso hacia un doblegamiento interior de su voluntad y conducta. Esto es posible cuando se posee claridad interior y se observa hacia afuera una actitud transigente y dócil. Mediante tal actitud es posible superar aun el peor estado de necesidad. Ciertamente, en determinadas circunstancias dadas, se hace necesario que uno oculte su luz con el fin de poder preservar su voluntad frente a las dificultades que surgen en el contorno inmediato, y a pesar de ellas. La perseverancia ha de subsistir en lo más íntimo de la conciencia sin llegar a destacarse hacia afuera. Únicamente así podrá uno conservar su voluntad en medio de las contrariedades.
[…]
En tiempo de tinieblas es cuestión de ser cauteloso y reservado. No debe uno atraer inútilmente sobre sí poderosas enemistades por causa de una conducta o de modales desconsiderados. Si bien en tales épocas no debe uno compartir las costumbres de la gente, tampoco deben éstas sacarse críticamente a la luz. Son momentos en que es necesario no pretender, en el trato con la gente, que uno lo sabe todo. Muchas cosas hay que deben dejarse como están sin acceder, no obstante, al embaucamiento y caer así en el engaño.
[…]
Con formidable resolución pretende uno elevarse por encima de todos los obstáculos. Pero tropieza con el destino hostil. Entonces se retira, se aparta, se hace a un lado. Son tiempos difíciles. Es preciso seguir avanzando presurosamente y sin descanso, sin que uno encuentre una morada duradera. Cuando alguien se niega interiormente a asumir compromisos y prefiere seguir siendo leal a sus principios, debe afrontar la necesidad, la indigencia. Sin embargo, mantendrá con toda firmeza la meta a la cual se empeña en llegar, aun cuando la gente en cuya casa se aloja no lo comprenda o lo difame.
[…]
el regente de la luz ocupa una posición subordinada. Es herido por el regente de las tinieblas. Pero la lesión no pone en peligro su vida, tan sólo constituye un impedimento. La salvación es todavía posible. El afectado no piensa en sí mismo, sino únicamente en la salvación de los demás que también se ven amenazados. Por eso, con todas sus fuerzas, se empeña en salvar lo que pueda salvarse. En esta forma de obrar consecuente con el deber reside la ventura.
[…]
Mientras el hombre leal y fuerte interviene con empeñosa actividad con el objeto de restablecer el orden, sin ninguna clase de segundas intenciones, se topa como por pura casualidad con el cabecilla del desorden y lo captura. De este modo se logra la victoria. Pero la supresión de los abusos no ha de procurarse con excesiva precipitación. Tal actitud traería malas consecuencias, ya que los abusos se habían desorbitado durante demasiado tiempo.
[…]
El príncipe Chi vivía en la corte del tenebroso tirano Chou Hsin, el cual, sin ser nombrado, sirve como ejemplo histórico de base para toda la situación. El príncipe Chi era pariente del tirano, motivo por el cual no le era posible retirarse de la corte, de modo que ocultó su disposición bondadosa y simuló locura. Así se mantuvo como esclavo, sin que las adversidades exteriores lograran desviarlo de sus convicciones.
Surge de ello una enseñanza para quienes en época de tinieblas no pueden abandonar su sitio. Junto a una invencible perseverancia en lo interior deben duplicar su cautela hacia afuera, para sustraerse al peligro.
[…]
Se ha alcanzado aquí el colmo de las tinieblas. La potencia tenebrosa tuvo al comienzo tan alta posición que pudo herir a todos los seres buenos y esclarecidos. Pero al fin ella perece, a consecuencia de sus propias tinieblas, pues el mal ha de hundirse en el mismo instante en que vence plenamente el bien, consumiéndose así la fuerza a la cual hasta ese momento debió su existencia.»
(pp. 204-208)