miércoles, 8 de septiembre de 2010

Comentarios en torno a La Filosofía Perenne, de Aldous Huxley

Dos saberes coexisten en el Hombre desde el origen. Uno le permite relacionarse con el mundo externo, que incluye su propio cuerpo. Con él se pretende, en primer lugar, dar remedio a las exigencias de la supervivencia y, más adelante, una vez cubiertas aquéllas más o menos razonablemente, obtener poderes cuyo fin último no parece estar muy claro, pues de ellos se derivan a veces tantos males como bienes. El otro saber, paradójicamente, parece apartarse de ese mundo externo y, es más, muchas veces nos alerta sobre él como origen de un olvido esencial.
Nos encontramos en un momento que podríamos llamar de punto de bifurcación de la propia identidad humana: la sabiduría externa ejerce un poder totalitario, y por lo tanto anonadante, para la vida del espíritu, mientras que la vida o sabiduría interior mira con frecuencia más al pasado que al porvenir, a veces sin percatarse de que el porvenir y el pasado son para esta sabiduría la misma cosa, puesto que se busca lo trascendente, lo que está más allá de cualquier manifestación temporal.
Buscando en el pasado se corre el riesgo de quedar atrapado en las matrices culturales en las cuales se moldearon dichas búsquedas. Pero si alguna ventaja nos ofrece el presente es que prácticamente ha convertido toda cultura en una mera carcasa vacía, luego, por primera vez tenemos la oportunidad de expresar, hasta donde pueda expresarse, las experiencias de lo que Aldous Huxley llama Filosofía perenne.
Solamente podemos entendernos si renunciamos a la tentación del pasado, si aprovechamos todos los saberes del presente, poniendo por encima de todos ellos lo que desde el chamán hasta Jesús, pasando por Buda, Lao Tse y Mahoma, entre otros, percibieron: que sin espíritu no hay Vida.

(Relacionado con estos temas recomendamos nuestro artículo: Resumen de la charla-coloquio: nuevos Valores para un nuevo tiempo y Los valores del Ser.
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