Nuestra pedagogía no puede prescindir de una
concepción del hombre y del mundo (…). Cuando la educación ya no es utópica, es decir, cuando ya no
encarna la unidad dramática de la denuncia y la anunciación, o bien el futuro
ya no significa nada para los hombres, o éstos tienen miedo de arriesgarse a
vivir el futuro como superación creativa del presente, que ya ha envejecido.
(…)
Cuando defendemos
esta concepción de la educación -realista
en la medida en que es utópica, es decir, en la medida en que denuncia lo
que de hecho es, descubriendo por lo tanto, entre la denuncia y su realización,
el tiempo de su praxis- estamos tratando de formular un tipo de educación que
corresponda al modo de ser específicamente humano, que es histórico. (págs. 77-8)
Otra dimensión de la
mistificación en torno a la concienciación -ya sea por parte de los astutos o
de los ingenuos- es el intento por convertir la bien conocida educación para la
liberación en un problema puramente
metodológico, considerando los métodos como algo absolutamente neutral.
Esto elimina -o pretende eliminar- todo el contenido político de la educación,
para que la expresión educación para la liberación ya no signifique
nada.
En la actualidad, en la medida en que este tipo de educación se reduce a métodos o técnicas por medio de los cuales estudiantes y educadores consideran la realidad social -cuando lo hacen- sólo para describirla, esta educación resulta tan domesticadora como cualquier otra. (…) Por el contrario, al igual que la praxis social, se ocupa de ayudar a liberar a los seres humanos de la opresión que los estrangula en su realidad objetiva. Es, por lo tanto, una educación política, tanto como la educación que pretende ser neutral aunque esté concretamente al servicio de la élite de poder. Es, por tanto, una educación que sólo puede ponerse en práctica de manera sistemática, cuando la realidad se transforma radicalmente. Sólo los “inocentes” podrían pensar que la élite en el poder vaya a favorecer un tipo de educación que la toma como objeto de denuncia aún con mayor claridad que todas las contradicciones de sus estructuras de poder. Una ingenuidad de este tipo también revela una peligrosa subestimación de la capacidad y la audacia de la élite. (pág. 132).
Toda transformación radical y profunda de un
sistema educativo sólo puede producirse (e incluso entonces, no automática ni mecánicamente) cuando la sociedad misma se encuentra
también radicalmente transformada.
Este resulta un
momento existencial difícil. A menudo, precisamente cuando alcanzan este punto,
los educadores oyen hablar de concienciación. Por varias razones (por ejemplo,
porque no comprenden sus objetivos) abordan la concienciación como personas que
siguen escuchando pasivamente, no como personas que se apropian de su verdadero
significado. De esta forma mistifican el proceso de concienciación, otorgándole
poderes que en realidad no posee. (…)
De ahí que yo
destaque (a menudo frustrando a mis auditorios) no tanto el análisis de métodos
y técnicas en sí mismos, como el carácter político de la educación, que jamás
puede ser neutral. (págs. 168-169)
PAULO FREIRE, La
naturaleza política de la educación, Planeta- Agostini, Barcelona, 1994.
(Recomendamos ver nuestro power point: 10 puntos fundamentales de educación y Los referentes de la educación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario