martes, 30 de septiembre de 2014

LA PALABRA HUMILLADA: ELLUL Y LÉVI-STRAUSS

Han llegado tiempos temibles: los del “pensamiento blando” y la palabra humillada. Una indiferencia envenenada se levanta lentamente, como una mala niebla de los tumultos actuales. Los discursos, razonamientos modernos, se inclinan a lo engolado y ridículo. Ya nada será verdadero ni falso, todo será “igual” en un mundo de palabrería y de sospecha. Filosofía, política, literatura, periódicos: una logorrea de frases vacías y de bagatelas sumerge a una época que presencia el triunfo de la imagen sobre la palabra, de la “realidad” sobre la verdad. Tiempos de abandono y de desesperanza, de irresponsabilidad y de “hablar para no decir nada”... Esta apoteosis de la idolatría de la técnica, de la entraña misma de una realidad falsificada, estas imágenes proliferantes y estos dioses mentirosos están tramando poco a poco algo intolerable. “Un sufrimiento agudo”, dice Jacques Ellul, “un terror. El hombre no puede vivir privado de verdad. Ignora con exactitud qué mal le aqueja, pero vive con el pánico latente, con la desesperación de no ser siendo”.

Contraportada del libro La palabra humillada, de Jacques Ellul. SM, Madrid, 1983

Jacques Ellul nació en Burdeos en 1912. Doctor en Derecho. Suspendido por el régimen de Vichy, participó activamente en la Resistencia. Desde 1953 fue miembro del Consejo de la Iglesia reformada de Francia. Filósofo y teólogo, ha publicado numerosos libros difundidos por el mundo entero. Murió en su ciudad natal en 1994.
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«Hemos discutido también en otro nivel, donde la cuestión planteada no es ya la relación entre una lengua y una cultura, sino más bien la relación entre lenguaje y cultura en general. Y sin embargo, ¿no hemos descuidado un poco este aspecto? En el curso de las discusiones no se ha considerado nunca el problema planteado por la actitud concreta de una cultura hacia su propia lengua. Para tomar un ejemplo, nuestra civilización trata el lenguaje de una manera que se podría calificar de inmoderada: hablamos a propósito de todo, todo pretexto es bueno para expresarnos, interrogar, comentar... Esta manera de abusar del lenguaje no es universal, ni siquiera frecuente. La mayoría de las culturas que llamamos primitivas emplean el lenguaje con parsimonia; no se habla en todo momento ni a propósito de cualquier cosa. En ellas, las manifestaciones verbales están a menudo limitadas a circunstancias prescritas, fuera de las cuales se escatiman las palabras».

Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural, Altaya, Barcelona, 1994, pp. 109-110.

Paul Gauguin, ta-matete (1892)
Claude Lévi-Strauss nació en Bruselas en 1908 y murió en París en 2009. Es una de las grandes figuras de la antropología. Fue fundador de la antropología estructural y destacó por introducir su enfoque estructuralista en las ciencias sociales. Está considerado uno de las intelectuales más influyentes del siglo XX.

Relacionado con estos temas le recomendamos: EL ODIO A LA PALABRA y LA FILOSOFÍA COMO PALABRA.

jueves, 25 de septiembre de 2014

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL CAPITALISMO

Andy Warhol, Fajo de Billetes (1962)

El capitalismo es el sistema social cuyo referente de sentido es la economía, en tanto que ésta tiene como fin el mantenimiento indefinido del trabajo relativo(1) como fuente de riqueza, en forma de beneficio y de salario,  así como la competencia entre los individuos, en cualquiera de sus roles, como medio para estimular la producción y el consumo. Las condiciones necesarias para conseguir tales objetivos son la propiedad privada y el mercado universal.

Por lo tanto, el derecho al trabajo -entendido como la genuina actividad humana dirigida al desarrollo personal y a ganarnos la vida dignamente- está subordinado al “derecho” al enriquecimiento. El trabajo es un derecho universal porque es una actividad humanizadora por excelencia; pero el trabajo en el sistema capitalista es una mera mercancía cuyo precio es el salario. El “derecho” al enriquecimiento no puede ser un derecho universal, pues ser rico es poseer más que los otros. Si todos fuésemos ricos entonces no habría ricos. Es por esencia desigual.El derecho al trabajo es universal, pues se vive del propio trabajo o del trabajo de los otros. Pero sin el trabajo la sociedad no es posible. Sin ricos, sí. Al legitimar el derecho al enriquecimiento, necesariamente de los menos, se paga un peaje por el derecho a trabajar y por el derecho a la realización personal. Sólo si la realización personal mediante el trabajo vocacional coincide con el interés de lucro capitalista, esta realización personal es posible.

 El fin de capitalismo es siempre obtener más de lo que se pone, compitiendo por los medios de producción como un producto de mercado; para ello entra en juego el sistema financiero para la obtención de crédito y éste se convierte también en una competencia. Se hace competir a los seres humanos por un derecho universal. Es como si tuviésemos que competir para respirar. Si yo respiro tú te quedas sin aire. 

El capitalismo es una realización hecha a imagen y semejanza de su creador: el Yo desarraigado. Éste escapando de la nada, inherente a su desarraigo, busca por lo mismo llegar a ser más; mientras que su sistema es aquél en el que el dinero, en tanto que patrón de indiferenciación de las faltas, conforme a la relación de demandas opuestas en el mercado, es una indiferenciación indeterminada. El nihilismo es la expresión más relacionada con este sistema, pues ambos tienen como presente la nada y el medio como fin.

 En el capitalismo el lucro está siempre por encima de la vocación.
George Grosz, Un día gris (1921)

El capitalismo es un sistema que produce necesidades para después lucrarse de la satisfacción de las mismas. Es el sistema que más produce porque es el sistema que de forma intencionada crea más necesidades. Toda la dinámica del capitalismo es la generación de deseos. No es un sistema en sí mismo, sino que es la fase final de agotamiento de unos valores, instaurándose el no valor, que es el medio absoluto. Es la institucionalización del egoísmo. Todo lo utiliza como un medio, pues el «medio» es el valor supremo, de donde el hombre no es sino un medio (el medio es lo que no tiene identidad propia).

El capitalismo es un sistema económico cuyos ritmos y necesidades se oponen a las condiciones de regeneración de la naturaleza. Ni los ritmos biológicos de la naturaleza, ni los ritmos biológicos ni psicológicos de las personas están en sintonía con sus necesidades.
El capitalismo, en resumen, es el sistema en el que lo artificial se convierte en la ley a la cual se quiere someter a:
  • la naturaleza,
  • al trabajo como exigencia natural para el sostenimiento de la vida y el desarrollo personal,
  • a todos los sentimientos humanos (pues también con ellos se puede negociar),
  • y, por último, al deseo de solidaridad natural que late en todas las personas espiritualmente sanas.
Un deseo de solidaridad que el capitalismo pervierte al someterlo todo a lo que es su ley absoluta: la competencia que nos opone a todos contra todos: Trabajadores contra trabajadores. Empresarios contra empresarios. Empresarios contra trabajadores y viceversa. Políticos contra políticos y contra ciudadanos. Y todo esto porque, como decíamos al principio: el capitalismo es un sistema social en el que el derecho al trabajo está subordinado al “derecho” al enriquecimiento.
Walter Evans, Desempleados (1932)

Por último, el capitalismo es un sistema desintegrador de toda otra forma de organización social (familia, pueblos, otras civilizaciones y cualquier forma de comunidad solidaria humana), pues necesita siempre de individuos plenamente disponibles.

(1) Trabajo relativo es aquél que no tiene sentido por sí mismo, pues se realiza en relación a un fin que es extraño a su naturaleza, ya que el fin inherente al trabajo es la plena autorrealización de la persona.

Relacionado con estos temas le recomendamos: EL DINERO y LA FUNCIÓN MEFISTOFÉLICA DEL DINERO.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Próxima conferencia a cargo de José Ignacio González Faus: La incidencia del capitalismo en las visiones utópicas liberadoras

El próximo día 24 de septiembre (miércoles) tendremos el honor de contar con nosotros a José Ignacio González Faus, jesuita, profesor y teólogo, el cual impartirá una conferencia con el título: La incidencia del capitalismo en las visiones utópicas liberadoras.

Este acto tendrá lugar en el Salón de actos de la Facultad de Ciencias del Trabajo (C/ Adarve, 30) de Córdoba a las 19:00 horas.

González Faus es teólogo y autor de numerosos libros, como La Humanidad Nueva, Herejías del catolicismo actual u Otro mundo es posible...desde Jesús, todos ellos en la línea de la recuperación de la dimensión auténticamente fraternal del cristianismo desde una perspectiva rigurosa.

domingo, 7 de septiembre de 2014

GONZÁLEZ FAUS: UN TESTAMENTO QUE REPORTA AUTÉNTICA RIQUEZA


Tanscribimos a continuación el texto íntegro del artículo del teólogo José Ignacio González Faus aparecido el pasado 2 de abril de 2013 en el Blog de Trotta, y que lleva por título "Testamento". En él nos regala su credo personal, el cual es, en nuestra opinión, una profunda mirada espiritual ante el difícil momento en el que nos encontramos.

"Este 2013 cumpliré los ochenta. La cifra da cierto vértigo. Aunque en Herejías del catolicismo actual digo que me gustaría seguirlo con un comentario al Credo, no sé si esto será posible. Por eso anticipo mi credo personal.
1. Desde hace ya casi medio siglo, el tema de la fe se enmarca para mí en estas dos frases, una de un cristiano y otra de un no creyente. La primera es la profecía de Emmanuel Mounier: en el futuro los hombres no se dividirán según crean o no en Dios, sino según la postura que tomen ante los pobres. La otra es la estrofa impactante de Atahualpa Yupanki: «hay cosas en este mundo más importantes que Dios: que un hombre no escupa sangre para que otros vivan mejor», a la que he visto siempre como un buen resumen del modo como Dios se reveló en Jesucristo (hay cosas en este mundo más importantes que yo…).

2. Esta visión de la fe se estructura en dos líneas maestras del Nuevo Testamento.
2.1. La primera, en positivo, es el repetido mandamiento del amor fraterno que no solo atraviesa el texto bíblico sino que está presente en casi todas las religiones, aunque en el Nuevo Testamento adquiere una melodía particular: es un viejo mandamiento que se convierte en «nuevo» porque resume e interpreta todos los demás mandamientos. Y es un mandamiento explícitamente universal: de modo que no se trata sólo de amar a «mis» hermanos sino de que todos los seres humanos son hermanos míos: el adjetivo «fraterno» no limita sino que amplía el mandamiento del amor. El «prójimo» no es el cercano a ti sino aquel a quien tú debes aproximarte, dice Jesús en una parábola.
2.2. Y en negativo, la visión del dinero como el gran enemigo de Dios. Visión que atraviesa los evangelios («no podéis servir a Dios y al dinero»), los textos paulinos («la codicia es idolatría» y «la raíz de todos los males es la pasión por el dinero») y los joánicos («si alguien tiene bienes de la tierra y ve a su hermano pasar necesidad y no le socorre, el amor de Dios no está con él»).

3. Este doble resumen de mi fe (mejor que de resumen, hablaría de «corazón» porque la realidad humana abarca otros muchos aspectos) tiene hoy, a veinte siglos de distancia del mundo de Jesús, un imprescindible componente estructural (no solo personal), que no cabe desconocer. Si desde aquí miro hoy a nuestro mundo, podría escribir otro Manifiesto que comenzara: «Un fantasma recorre el mundo». Pero ahora, dicho en serio (y no irónicamente como en el Manifiesto del siglo XIX), ese fantasma, esa gran amenaza no es el comunismo sino el sistema capitalista. Por más que se lo enmascare con bellas palabras de libertad o progreso, el corazón de ese sistema no es más que la riqueza y el poder: la riqueza que da el poder y el poder que da la riqueza. Es un sistema antifraterno cuyas células madre tienden a configurar un mundo donde unos pocos (cada vez más pocos) dominan a la mayoría. Y la hora que vive hoy nuestro mundo es aquella en que está cuajando y tomando cuerpo esa tendencia.
Esa tendencia estuvo detenida en años anteriores por dos factores históricos: el socialismo de la Unión Soviética que, aun con todos sus desastres, asustó al capitalismo y le forzó a hacer algunas concesiones, y el socialismo de la llamada «socialdemocracia» que trató de buscar una vía media entre los otros dos extremos. La caída del pseudoimperio soviético puso fin a ese equilibrio inestable y desató la dinámica totalitaria del capitalismo, permitiéndole mostrar su verdadero rostro. No importa que la gente sencilla pregunte: ¿para qué quieren tanto dinero?, ¿para qué querrá alguien tener treinta y seis mil millones de litros de agua si no podrá bebérselos en toda su vida?… Por elemental que parezca ese tipo de preguntas, es incomprensible para los narcotizados por el dios Mamón.
Desde aquí me parece que nuestra hora histórica marca una tendencia casi imparable, no a «desarrollar al Tercer Mundo» como se decía antes, sino a «tercermundizar» al mundo desarrollado. Hace pocos años comenzamos a hablar ya de «cuarto mundo» (los enclaves de miseria en medio del primero), pero esa expresión se nos va quedando corta y se quedará mucho más corta cuando pase la crisis económica y, como un huracán del Caribe, deje destruida más de la mitad del estado social que creíamos haber montado. El mundo quedará reducido a un uno o dos por cien de la humanidad, inmensamente rico (aunque lleno de luchas internas por derribar al otro), y una gran mayoría humana sometida a una dictadura camuflada de grandes palabras (civilización, progreso, desarrollo, libertad…) que se utilizarán como justificación de la crueldad de esa tiranía. No será improbable que algún día esa mayoría estalle en explosión incontrolable, pero tampoco será fácil porque siempre está ese colchón amortiguador de quienes no pertenecen ni a la minoría de los canallas ni a la mayoría de los infrahumanos, de esos que fueron llamados «el segundo tercio» y que son los que más temen perder su posición cayendo en el abismo de los miserables. Ellos, sin querer, pueden actuar como pararrayos de una revolución desesperada y loca. Y además, los tiranos han dispuesto siempre del antiguo recurso defensivo (panem et circenses: pan y circo) que hoy podríamos traducir como «Ipad y circo».

4. Pero no se trata de hacer profecías. La última conclusión de estas reflexiones es que, si el dinero es el mayor ídolo enemigo del hombre, lo es porque es el mayor enemigo del Dios que reveló Jesús. Igual que capitalismo y democracia son a la larga incompatibles, también lo son capitalismo y fe cristiana. Las iglesias que se preguntan hoy por la descristianización de Occidente no acaban de percibir esto porque ellas mismas han sido cómplices de ese proceso en sus organismos directivos. Los ateos que perdieron la fe tampoco perciben que sea debido a ese proceso del que ellos son solo pequeñas gotas de agua de un tsunami epocal. De este modo, lo que vaya quedando de cristianismo en Occidente será solo un cristianismo no cristiano: fundamentalista en lo dogmático y servidor del dinero en lo moral. Un cristianismo anunciado ya en tantas sectas norteamericanas que son como primeras nubes de la tormenta que acabará viniendo.

5. Al terminar no me queda más que evocar la frase de Ignacio Ellacuria en la manera como yo suelo reformularla: «una civilización de la sobriedad compartida» (Ellacu decía una civilización de la pobreza) es la única oferta de vida que le queda a nuestro mundo. Para creyentes y para no creyentes. Si no nos la tomamos muy en serio, quizá será el momento de leer esos capítulos que cierran los evangelios cambiando todo el discurso anterior de Jesús ( Marcos 13 o Mateo 24), y empezar a comprender que ni este mundo tiene futuro, ni Dios puede tener sitio en un mundo como este."

Relacionado con este autor le recomendamos: ALÍ BABÁ Y LOS CUARENTA LADRONES.
                                           

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