domingo, 13 de septiembre de 2015

¿ESTAMOS ANTE EL FIN DE LA TRANSICIÓN?

W. Turner, El barco encallado (1828)

Francisco Almansa González.

"Hay que articular un nuevo sujeto político". Esta es la frase que figuraba en el titular de un periódico pronunciada por el parlamentario y dirigente de Iniciativa per Catalunya Verds, Joan Herrera. Asimismo, en un espacio no muy lejano de dicho titular, se mostraba una frase de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, y considerada como la cabeza más visible de un «nuevo sujeto político» constituido por una panoplia de grupos que se dicen comprometidos social y políticamente con la regeneración de la vida política de este país.

La susodicha frase iba dirigida a los empresarios para transmitirles tranquilidad, pues por lo visto el sedante para la inquietud empresarial es la declaración explícita de no ser comunista. Si tenemos en cuenta la proximidad de "sensibilidades" ideológicas entre el dirigente catalán y lo que él representa, con los grupos que apoyan a la alcaldesa, y la alcaldesa misma, también a nosotros nos surge una incertidumbre que tememos nadie de ese mundo nos va a disipar; pues, a decir verdad, la única declaración sin ambigüedad de este nuevo sujeto político que dice estar articulándose, en cuanto a su ubicación ideológica, es precisamente esa: "no soy comunista"

Por lo demás, ya se sabe: "somos los de abajo, la centralidad, pero más bien socialdemócratas, estamos con la gente, lo importante es la democracia participativa...", y así un largo etcétera. Todo un récord de fraseología hueca y ambigua para pretender ser un «sujeto político» que dice haber roto con el pasado. Pero si algo caracteriza a un nuevo sujeto político es precisamente la claridad de su lenguaje y sus fines, así como la novedad en relación al contenido de unos valores que ya habían sido vaciados de contenido. Los continuistas, y por ahora todas estas nuevas formaciones lo son, se conforman con meros ajustes cuantitativos que restablezcan un equilibrio social que consideran alterado por la irresponsabilidad de unos pocos. De ahí términos como el de casta, que tanto éxito electoral ha cosechado momentáneamente, pero con el cual se enmascara al verdadero sujeto económico-político, responsable en última instancia de la crisis global que se está padeciendo. 

Este sujeto no es otro que una clase social, y muchos candidatos para incluirse en la misma, que detentan el monopolio de los medios y recursos necesarios para la libre realización mediante el trabajo de la mayoría. Como a dicha clase social se la ha sacralizado como los "creadores de riqueza", lo que se les pide -no como clase, claro está, sino como individuos responsables de una función social- es precisamente eso: "crear riqueza". O sea, que cumplan escrupulosamente con su función social, a todas luces imprescindible, si de lo que se trata es precisamente de conservar el capitalismo. Sin embargo, este sujeto político que se pretende emergente evita pronunciarse sobre la naturaleza del mismo, al cual evidentemente, con su silencio, le otorga legitimidad. Aunque tan clamoroso silencio pretende ser neutralizado presentándose continuamente como adalides de la democracia. 

Curiosamente se desgaja la superestructura política de un sistema de su base económica como si ambas pudiesen ser realidades autónomas. Ahora bien, esto solo es posible si se naturaliza la economía, y dándose por sentado que la economía de mercado, entiéndase el capitalismo, es el desideratum económico por excelencia. La economía, por tanto, no se debe ni se puede cambiar, pero sí actuar sobre los resultados del cuerno de la abundancia, que supuestamente se atribuye a la eficiencia del paradigmático modelo económico existente.

Calle de Shanghai

La política, pues, se reduce a ofrecer diferentes propuestas a la "ciudadanía" sobre cómo distribuir una parte de la riqueza producida -¿por quién?- para mantener el espejismo de la existencia de una justicia social. El sujeto político originario del sistema actual, la burguesía, creía que su sistema económico era el definitivo, dada la racionalidad comparada del mismo en relación a la economía feudal, como referencia más inmediata de economía existente. De igual manera creían que la igualdad formal, denominada democracia, de los miembros de las clases propietarias, era también la expresión más racional del orden político. Con lo cual no hicieron sino identificar el sujeto del poder económico con el sujeto político. Siendo el estado nacido de tal clase social un estado vigilante y protector de los intereses generales de la misma. Con la lucha de clases, la igualdad formal se hizo extensiva a todos los ciudadanos, pero el verdadero sujeto político siguió y sigue siendo indisociable del auténtico sujeto económico, que no es otro que el colectivo social propietario de los medios y recursos económicos necesarios para la vida y su plena realización, y que no es sino una clase social con un poder real muy superior al resto de los miembros de la sociedad.

No se trata, por tanto, de ciertos individuos o grupos empresariales que no juegan limpio sus propias reglas de juego, sino de las propias reglas de juego que se dicen legitimadas democráticamente, pero que son las que permiten unas diferencias de poder que tras la desaparición de los países socialistas no han hecho sino crecer.

Desde luego, si los sedicentes nuevos sujetos políticos se distinguen por algo no es por su claridad. Sin embargo, se podría pensar que son nuevos en relación a los objetivos marcados por la transición del régimen autocrático personalista de Franco hacia la democracia formal de mercado. Pero, a nuestro entender, tampoco es así, porque la esencia de la transición fue conseguir hacer abjurar de los principios que suponían una amenaza para el sujeto económico-político de mercado a los dirigentes de aquellos partidos de izquierda que aún los mantenían en sus estatutos. Para estos dirigentes, como Carrillo o González, lo que llevaron a cabo fue una "modernización" del socialismo. Pero cuando se habla de "modernización de la izquierda", lo que sucede siempre en realidad es un reforzamiento del sujeto económico-político del capital. 

Lo anterior, que es lo que para nosotros constituyó la médula de la transición, sigue tan vigente en los antiguos como en los "nuevos sujetos políticos", y por tanto, no son tan nuevos como ellos se creen ni hay verdadera ruptura con aquel pacto vergonzante que llamaron Transición Democrática.

Solamente si se posee realmente el poder económico entonces el sujeto político es realmente sujeto. Ahora bien, si esta coincidencia de poderes perteneciese al sujeto del trabajo real, y no al sujeto del capital, entonces estaríamos en la Democracia del Trabajo Libre.
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