En el contexto del debate habido acerca el texto "Ética y trabajo en relación a una política basada en la libertad y la justicia", que se ha ido publicando seriadamente en este blog (partes I, II, III, IV y V), introducimos algunas preguntas y objeciones que en su momento se plantearon acerca del mismo, con sus respectivas respuestas o réplicas (que se irán publicando también por partes), y que han sido elaboradas por Francisco Almansa, autor del trabajo original anteriormente citado. Son las siguientes:
Fred Zinnemann, Un hombre para la eternidad (1966) |
Respuesta:
Desde nuestra
concepción de la ética, ésta no puede separarse de los comportamientos sociales
y, por tanto, de la moral, pues la ética no es sino una elevación racional de esta
última (la moral), por cuanto constituye una reflexión crítica de las
costumbres, las cuales se diferencian por su naturaleza eminentemente acrítica.
El origen de la ética,
como su etimología indica (ethikos=habitual=costumbre),
es la moral, pero como decimos, constituye un esfuerzo crítico sobre la moral,
o sea, las costumbres, para que éstas se
ajusten a los valores de la libertad y de la razón. Asimismo, no hay ética
que solo me «sirva» a mí, pues esto significaría que el imperativo propiamente
ético del deber-ser sería puramente subjetivo, y que, como tal,
nada tendría que ver con la razón; pues en la medida que apelamos a ésta ya
estamos en el seno de unas relaciones que nos atañen a todos.
Ahora bien, la ética
tiene su fundamento en el esfuerzo
desenmascarador del subjetivismo vinculado a los privilegios de clases
sociales que trataban de justificarlos por «razones» que solo ellos podían
entender, sencillamente porque si no se era como ellos, dichas razones eran inaccesibles. Este «deber ser privilegiado»
basado en la subjetividad de un
grupo «selecto», o bien de un personaje excepcional, como el rey absoluto, fue
el que la ética desenmascaró cuando, sobre todo en la Ilustración , lo que
debe ser se asoció afortunadamente a la razón;
con lo cual lo que no puede ser (como
razón que limita la subjetividad conforme a las reglas de la razón) pasó a ser
el árbitro entre los diferentes candidatos a deber ser, que por desgracia son
incompatibles la mayor parte de las veces entre sí.
Incluso Deleuze, analizando la ética de Espinoza, hace suya esta
definición de la misma: «la ética es la ciencia
práctica de las maneras de ser». Ahora bien, nada hay más objetivo, menos
subjetivo, y, por tanto, individual como una ciencia.
Henri-Georges Clouzot, El salario del miedo (1953) |
Eisenstein, ¡Que viva México! (1932) |
Al exigir al otro que me trate como un ser humano, yo mismo estoy aplicando una ética racional, y valga la redundancia, pues en la medida que le exijo tal comportamiento, lo estoy tratando a su vez con la dignidad de un ser humano. Pues es evidente que tal exigencia no se la puedo dirigir ni a un tigre ni a una piedra.
De lo anterior se
concluye, a mi parecer, que la ética
trasciende mi particularidad para adquirir rango universal, en tanto en cuanto exigimos y nos
exigimos el relacionarnos como seres
humanos. Algo que evidentemente no podemos remitir al ámbito de las
«reglas, normas, leyes…, etc.», ya que no somos humanos por las mismas, sino
que más bien nos pueden deshumanizar;
y de ahí la exigencia de que nos afirmen
como aquello que somos, pues de lo
contrario no serán éticas.
De
lo dicho surge a la vez otra exigencia ética, pues si la ética nos impone el deber de tratarnos como humanos -a sí
mismos y a los otros-, es también un deber el profundizar en el conocimiento de
nuestra humanidad.
(También puede consultarse en este mismo blog: LA INOCENCIA)
(También puede consultarse en este mismo blog: LA INOCENCIA)
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