Delacroix, La Libertad guiando al Pueblo (1830) |
Continuamos con el debate habido acerca del texto "Ética y trabajo en relación a una política basada en la libertad y la justicia", que se ha ido publicando en este blog (partes I, II, III, IV y V). Introducimos la pregunta III y su respectiva respuesta o réplica elaborada por Francisco Almansa, autor del trabajo original anteriormente citado:
Pregunta: “…hablar de igualdad, de garantizar que el Bien Común sea efectivamente común, del poder legítimo del político aquel que afirma a todos como Comunidad Soberana, y a cada uno, en tanto que sujeto, como Soberano…no corresponde a una exigencia ética sino más bien a una moral utilitaria (los medios están subordinados a los fines), dentro de una democracia representativa. Esta forma política, caracterizada por la delegación de mi responsabilidad, se encuentra en contradicción con una ética individual que es necesariamente autónoma en su acción pero en el marco de un espacio de libertad público”.
Respuesta: Más bien parece que utilitaria es precisamente la ética propuesta por Savater (mencionado en una parte de la pregunta propuesta) cuando, en última instancia, la ética, que es para él irreductiblemente personal, tiene un claro fin que, según sus propias palabras, sería “percibir, discernir, debatir y resolver tensiones que aparecen en su seno” (el del cuerpo social).
En consecuencia, se deduce de lo dicho anteriormente que la excelencia personal es el medio para resolver conflictos. Ahora bien, como resulta que para Savater el ser humano no posee esencia, resulta que la excelencia no es sino la mejor herramienta que poseemos para enfrentarnos a las tensiones del cuerpo social. Algo tan abstracto como «excelencia», «sensibilidad», «saber percibir», etc., es la contradicción principal de toda la corriente filosófica postmoderna, tanto de izquierdas como de derechas, ya que supone eludir la responsabilidad de definir al ser humano para desvelar la raíz del sufrimiento que radica en el mismo, tanto como sujeto individual, como sujeto de acción colectiva. Pero esto es algo que, de una manera más clara que el postmodernismo, han venido haciendo las filosofías e ideologías comprometidas con el sistema, que no es en el fondo sino el pedir buena voluntad para arreglar «las tensiones», sin que la esencia de las relaciones reales de poder cambien.
Caspar David Friedrich, Luna saliendo sobre el mar (1822) |
Para nosotros, la fraternidad, por ejemplo, no es un medio, sino un fin en sí mismo; y no la queremos porque vayamos a ser más felices por ella, sino porque queremos ser lo que profundamente sentimos que somos, y lo demás ya vendrá por añadidura. Una ética de la fraternidad no sería, por tanto, sino la conciencia racional de nuestro ser fraternal, que como autoconciencia de esta dimensión de nuestra esencia no tiene tampoco carácter de medio, pues la autoconciencia de lo que somos es lo que nos hace ser más nosotros mismos.
Cuando hablamos de igualdad, Comunidad Soberana, Sujeto soberano, etc., no estamos tratando de seguir ideas más o menos bonitas, sino que estamos tratando de activar lo que a nuestro entender es el código genético de nuestra humanidad no biológica. Pues si de alguna manera todo ello no estuviese ya en nosotros, de ninguna manera sería buscado. Dicho de otra manera: No Ética sin Utopía; y sin Utopía el ser humano es mero autómata del contexto sin conciencia alguna de trascendencia. Pero tampoco se trata de una Utopía cualquiera, como una forma de ensoñación estéril o de meta voluntarista que nos lleva a la postre a frustración, sino de descubrirnos de la misma manera que un médico quiere descubrir la esencia de salud, porque evidentemente existe la enfermedad. (Sigue).
1 comentario:
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