martes, 26 de abril de 2011

CUENTOS DE ARTE: DEGAS

De la mano de nuestra compañera Encarnación Almansa Pérez traemos una nueva historia, montada en formato power point, que sirve de cuento para menores y mayores, y que se inspira nuevamente en el arte, en esta ocasión en la pintura del maestro Degas y en la música de Tchaikovsky. Un cuento sobre la vocación, el amor fraternal y la conquista, sobre la base del descubrimiento del sentido solidario de ese amor, del propio destino. Que lo disfrutéis.

(Para abrir la página de Scribd.com donde está colgado, pinchad en la imagen).


martes, 19 de abril de 2011

ISLAM, REVOLUCIÓN Y DEMOCRACIA EN EL CONTEXTO DE UN NUEVO PARADIGMA. CONFERENCIA DE HASHIM CABRERA.

H. Cabrera. Mástil sin bandera.


Con motivo de la próxima conferencia del estudioso Hashim Ibrahim Cabrera el martes 26 de abril de 2011 (19:30 de la tarde en el Salón de Actos del Rectorado de la Universidad de Córdoba, situado en la avenida de Medina Azahara nº 5), insertamos aquí la introducción del texto que servirá de base a la misma y que constituye una sugerente introducción al tema.
Hashim Cabrera (Sevilla 1954) es artista plástico y uno de los más destacados pensadores del islam andalusí contemporáneo. Miembro y dirigente de Junta Islámica, es co-fundador del Centro de Documentación y Publicaciones Islámicas (CDPI). Ha sido director de la Revista Verde Islam desde sus inicios, y autor de numerosas publicaciones, como 'Islam y arte contemporáneo' (1994), 'Párrafos de moro nuevo' (2002), 'Iniciación al Islam' (2005) y 'Jutbas de Dar as-Salam (2007). Es asiduo colaborador de Webislam (www.webislam.com).
He aquí el texto al que hacíamos alusión:
«Las revoluciones populares que están teniendo lugar en diversos países de mayoría musulmana son una expresión elocuente de los cambios que afectan a las distintas sociedades como consecuencia del proceso de globalización económica. Esta dinámica, hasta cierto punto, se escapa de los manuales de analistas políticos y sociales y se inserta en el proceso de cambio paradigmático global que se está produciendo, alentado por las nuevas herramientas de información y comunicación. El nuevo paradigma, a caballo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, prefigura un marco humanista que habrá de trascender las categorías de la modernidad final, la lógica mecanicista, el individualismo radical y la dictadura de mercado neoliberal, pero: ¿Cómo estas sociedades de mayoría musulmana van a desembocar en valores que hasta ahora, desde la mentalidad occidental, parecían ser contrarios a su manera de vivir?»

martes, 12 de abril de 2011

LA FILOSOFÍA COMO PALABRA



Francisco Almansa González.


¿Qué es la palabra? Una de las definiciones posibles es que es la forma en que la transparencia, en tanto que silencio, se presencia a sí misma. En este sentido, la palabra auténtica es austera, por cuanto es silencio diferenciado. También la palabra puede ser definida como la articulación unitaria del pensamiento. En ambos casos es la Filosofía misma la que estamos definiendo, y con ello resaltamos que el pensamiento, que es la esencia de ésta, es una praxis ascética que busca la palabra que a nada remite, pero de la cual brota toda otra palabra. Esta palabra es Nada.

Recordemos a este respecto lo que el considerado «filósofo» por excelencia, Sócrates, experimentó cuando, una vez, paseando por el bien abastecido mercado ateniense, exclamó gratamente sorprendido ante (como diríamos hoy) tanta abundancia de oferta: «!Hay que ver la cantidad de cosas que no necesito!» Esto, que parece sólo una anécdota sobre ese personaje tan singular que fue Sócrates, es en realidad la expresión misma de lo que es la Filosofía, que ante el mercado de la palabrería, en todos los tiempos existente, pero hoy infinitamente más abundante y vacía, proclama la austeridad de ese Silencio primordial que en todos está presente, y que cuando escuchamos con la fe, el amor y la reverencia que se han de tener en su presencia, siempre brota la palabra justa, o aquella sin la cual ya no nos es posible concebir el lenguaje humano. ¿Pues, qué sería del mismo sin palabras como Belleza, Justicia, Libertad o Verdad? Ellas nacieron del amor del Silencio Absoluto a Sí Mismo, como Palabra Transparente, en la cual este Silencio Primordial se escucha, puesto que más allá de ellas: nada. Sólo estas palabras son las que nos revelan más allá de los objetos sensibles y las emociones vulgares la presencia del Origen; ya que en ellas resuena, como en ningunas otras, la Transparencia del Ser. Que no es sino el Fin que toda Filosofía se ha propuesto desde sus orígenes, hasta que perdió la Inocencia.

¿Existirían acaso las relaciones sociales mismas sin estas ideas? Imposible. Pero esto supone que, por la erosión a que se encuentran sometidas en estos tiempos de hegemonía relativista, es el vínculo social más profundo el que a su vez se está destejiendo. Sin embargo, ellas son imprescindibles, ya que por las mismas se forja nuestra humanidad, y cuando tratamos de penetrar en su sentido más universal, se muestran esquivas y escurridizas, hasta el punto de que amparándose en esta dificultad por encontrar su esencia definitiva, el escepticismo sentencia la futilidad de todo esfuerzo por alcanzar lo que definitivamente no existe. Sin embargo, recordando las palabras de un personaje de la película Solaris, del cineasta ruso Tarkovsky, que decía «que sin el misterio, ni aun las verdades humanas podrían mantenerse», nosotros proclamamos que aunque ellas parezcan ocultarse al entendimiento, son como los rayos de sol que, filtrándose a través de las nubes, aun en los días más oscuros nos permiten recorrer el camino de la vida con la seguridad de que ésta tiene una meta, y que, por ende, ellas mismas, en su más plena realización, forman parte de la misma.

Fotograma de Solaris (1972), de Andréi Tarkovsky 

¿Pero, por qué esta dificultad a la hora de penetrar en el sentido de las mismas? Pues porque pertenecen al metalenguaje de la Transparencia, y, como tales, sólo a partir de la misma pueden comprenderse. No son simples signos que denoten un objeto, sino que son exigencias de autorrealización conforme a la ley absoluta de toda realización, que es la absoluta autoidentificación de lo Uno. Ellas, por lo tanto, no nacen de la experiencia histórica como medios más o menos válidos para organizar nuestra convivencia en sociedad, sino que, por el contrario, son aquéllas las que guían toda experiencia histórica, que, por otra parte, no busca sino la plena realización de las mismas. Su abandono constituye la renuncia a ser nosotros mismos, y con ello reeditamos una y otra vez lo que sí es el verdadero pecado original: el renunciar a nuestra condición de seres originales a cambio de los muchos paraísos terrenales para cuyo disfrute es necesario fundamentalmente el que no nos hagamos muchas preguntas. Y es que en los paraísos, hoy más bien artificiales, puede haber mucha luz, pero poca trasparencia.

viernes, 8 de abril de 2011

STALKER (1979), DE ANDREI TARKOVSKY.


En un país indeterminado, la caída de un meteorito tiempo atrás dio lugar a la aparición de un espacio geográfico conocido como la Zona. Se considera que en este lugar se dan fenómenos extraños y existe un cuarto que concede deseos a sus visitantes. Por todo ello se encuentra custodiado por militares y se impide la entrada al mismo.

Sin embargo, la figura del Stalker (Alexander Kaidanovski), una especie de guía de intenciones misionales, se encarga de conducir a la Zona a quienes estén interesados a cambio de dinero.


El rodaje de Stalker, uno de los filmes más logrados del genio ruso, estuvo plagado de incidentes. En un principio la película debía rodarse en el desierto de Tayikistán, pero continuos temblores de tierra provocaron que se filmara finalmente en una región de Estonia. Además, entre 1977 y 1978, Tarkovsky filmó la película entera, pero un error (acaso intencionado) provocó que las imágenes no pudieran utilizarse, lo que obligó al creador de Offret a rodar todo desde el principio, con el inconveniente de que el presupuesto con el que contaba se redujo bastante.

La película es una adaptación del relato Picnic a la vera del camino de los hermanos Arkadi y Boris Strugatski, que escribieron el guión junto con Tarkovsky, quien se preocupó por reducir al máximo los elementos de ciencia-ficción de la obra, ya que este género no le agradaba.



Como resultado nos encontramos ante una de las películas más fascinantes de la historia del cine, una especie de parábola acerca de la falta de fe del hombre moderno.

Tarkovsky manifestó en una ocasión que no entendía el suicidio espiritual al que estaba abocada la sociedad moderna. Esta preocupación se volvió cada vez más intensa en su interior, y se refleja fundamentalmente en sus tres últimas películas.

La filmografía de Tarkovsky, al contrario que en la de Bergman, raras veces se cuestiona la existencia de Dios, y sí en cambio la capacidad de creer del ser humano. El que vea a Tarkovsky como un simple intelectual escéptico jamás comprenderá la profundidad, el misterio y la búsqueda de la verdad que emanan de su obra.


La película supone la definitiva consolidación y madurez del lenguaje cinematográfico tarkovskyano, que se construye a partir de largas y lentas secuencias que atrapan la realidad del tiempo, al que se desposee de toda artificialidad derivada del montaje, presentándose en su más pura esencia. La puesta en escena en profundidad resulta sublime, y la dirección de cada una de las secuencias pone de manifiesto que estamos ante la obra de un maestro.

La cinta alterna el tono sepia de la realidad con el color de La Zona destacando la labor fotográfica de Alexander Kniajinski, que realza la textura de los materiales y la naturaleza. Este realce de la textura de los elementos es una característica muy común en el cine de Tarkovsky, al igual que la importancia del sonido, a cargo en este caso de Vladimir Sharun, que nos permite percibir desde el movimiento de la naturaleza (sobre todo el sonido del agua) hasta la respiración de los personajes.


Es necesario hacer mención a la excelente interpretación de los tres personajes principales, que son, además del Stalker, el Escritor (Anatoli Solonitsin) y el Profesor (Nicolai Grinko). Y es que ninguno tiene nombre propio, sino que se denominan por su profesión. El escritor y el profesor son los arquetipos del intelectual y el científico respectivamente, incapaces de creer en aquello que no se puede demostrar. Todo lo contrario le sucede al Stalker, un individuo marginal que cree porque es más humilde y ha sufrido mucho más que sus compañeros de viaje. El sufrimiento y el sacrificio son necesarios en Tarkovsky para que el hombre alcance su parte trascendental.

Como conclusión al comentario, haré referencia a la última escena de la película, que ha sido mal interpretada por muchos, al tildar lo que sucede en la misma como un milagro o una muestra del poder sobrenatural de la hija del Stalker. En realidad no ocurre nada de eso, sino que Tarkovsky nos muestra lo que acontece a través de los ojos de la niña, que al igual que su padre, tiene la “extraña capacidad de creer, aunque el suceso en sí no entrañe ningún misterio, ya que es muy similar a uno que se produce en los primeros minutos del filme.


Stalker es una de esas escasas obras cinematográficas que demuestran por qué el cine debe ser considerado como la gran manifestación artística del siglo XX.

Autoría: Ricardo Pérez en Esculpiendo el Tiempo.

Del mismo director le recomendamos de nuestro blog: LA ACTUALIDAD DE "SACRIFICIO" (A. TARKOVSKI) 

 

lunes, 4 de abril de 2011

T. S. ELIOT: UN SOLO FIN, SIEMPRE PRESENTE.


C. D. Friedrich, Mañana de pascua, 1833.

[...]
El pasado y el futuro,
lo que pudo haber sido y lo que ha sido,
miran a un solo fin, siempre presente.

[...]
En el punto inmóvil del mundo en rotación. Ni carnal ni descarnado;
ni desde ni hacia; allí, en el punto inmóvil, está la danza,
ni movimiento ni detención. Y no se diga que es fijo
el lugar que reúne el pasado y el futuro. Ni procedencia ni dirección,
ni elevación ni descenso. Sin el punto, el punto inmóvil,
no habría danza y la danza es lo único que existe.
Puedo sólo decir que ahí estuvimos, pero no sé dónde está el lugar.

[...]
El pasado y el futuro
permiten tan sólo un poco de conciencia.
Ser consciente es no estar en el tiempo
pero sólo en el tiempo el momento de la rosaleda,
el momento de la glorieta bajo la lluvia,
el momento de la ventosa iglesia al caer el humo,
pueden recordarse; envueltos en pasado y porvenir.
Sólo en el tiempo se conquista el tiempo.

[...]
Se mueven las palabras, la música
se mueve sólo en el tiempo; mas
lo que sólo vive no puede
sino morir. Tras el discurso
las palabras aspiran al silencio.
Sólo en la forma, en el trazo,
alcanzan las palabras, la música, la paz, como se mueve
perpetuamente el jarrón chino
en su quietud. Pero no es la quietud
del violín mientras dura la nota,
no es eso sólo, sino la coexistencia;
o digamos que precede al comienzo
el fin y que ahí estaban el principio
y el fin desde antes del principio
y después del final. Y es todo
siempre ahora.

[...]
La Palabra en el desierto es la más
acosada por tentadoras voces,
de la sombra el llanto en la danza
funeral, la lamentación sonora
de la quimera desolada.

En la trama el detalle es movimiento
como en la imagen de los diez peldaños;
y es el deseo mismo movimiento,
en sí no deseable. El Amor
es él mismo inmóvil, causa tan sólo
y fin del movimiento,
intemporal y libre de deseo,
salvo como tiempo apresado
en forma de límite entre el no ser
y el ser.

T. S. Eliot, Cuatro cuartetos, Madrid, Cátedra, 1987, pp. 85-95 (Del poema “Burt Norton”, primero de los Cuatro Cuartetos).

viernes, 1 de abril de 2011

EL PROYECTO DE ALETHEIA



ALÉTHEIA (del griego άλήθεια, verdad) somos un grupo de personas convencidas y embarcadas en un proyecto ideológico global que asume un fuerte compromiso con la praxis de transformación social. Bajo el principio de que el ser humano es esencialmente conciencia singular y solidaria, pretende la superación de las concepciones del mundo fundamentadas en la idea de la radical escisión de la realidad. Unas concepciones que –basadas en la visión individualista del ser humano, la cual tiene su colofón en la filosofía postmoderna-, pensamos que están en la base de muchos de los conflictos y contradicciones del mundo tal y como hoy lo conocemos.

Partimos de un presupuesto básico: una forma determinada de conciencia colectiva sobre el ser humano y el mundo, organiza y determina las formas de ser y de actuar de ese ser humano en el mundo. Por ello, por el proceso de transformación de dicha conciencia se logrará iniciar una praxis realmente transformadora que nos lleve a una relación auténticamente integradora de aquello que hoy aparece divorciado: individuo/sociedad, sociedad/naturaleza, etc.

En relación a nuestra idea acerca de lo que es el ser humano, pensamos, en primer lugar, que éste no ha alcanzado aún su plena identidad y, por tanto, toda su libertad. En otras palabras, se encuentra aún en proceso de evolución espiritual. Y ello porque pensamos que la libertad es la forma de ser en plenitud y, por tanto, no puede ser origen o fuente de ningún mal. Un ser humano que se daña a sí mismo o a sus semejantes, o que siente, como ocurre en la mentalidad contemporánea –y no sólo de ella- que está de más, que “sobra”, no puede ser una persona auténticamente libre. Para alcanzar toda su libertad, por tanto, el ser humano debe reconocerse y afirmarse como lo que es, un ser necesario.

Pero ser necesario implica ser singular. Sólo siendo singulares se revela toda nuestra necesidad. Toda persona posee unas capacidades únicas, todavía muy poco desarrolladas, para ser auténticamente singular. No obstante, alcanzar lo que llamamos una conciencia singular sólo es posible si esa conciencia singular es también solidaria: necesitamos a los otros para ser nosotros mismos y viceversa. Todo esto, naturalmente, implica que todo ser humano es necesario, sin posibilidad de excepción alguna.

Esto, naturalmente, cambia el planteamiento del problema del mal, el cual no sería producto de la libertad de los seres humanos, sino, precisamente, de no haber alcanzado aún su auténtico ser ni la comunión con los otros, viéndonos obligados, en consecuencia, a emplear medios indirectos o “atajos” que tienen consecuencias en muchas ocasiones nefastas.

¿Por qué pensamos que la asunción de estos principios puede ser origen de una praxis transformadora? El ser humano, actualmente, vive en un horizonte mayoritariamente relativista y materialista. El relativismo, principalmente en su forma historicista, implica que el ser humano es, básicamente, producto de sus circunstancias históricas, es decir, que no tiene sustancia o verdad propia. Esto conlleva inevitablemente dos cosas: por una parte, que una determinada construcción sociohistórica no tiene más necesidad que otra (son equivalentes); por otra, que el ser humano no posee verdadero poder de decisión sobre la realidad, y que su conciencia, por tanto, carece de auténtica necesidad.

 Un mundo regido por este principio implica que los seres humanos, atrapados en la contradicción de sentirse, por un lado, necesarios, y, por otro, sobrantes, prescindibles, luchan por imponerse o afirmarse a través de mecanismos que, por no ser equilibrados o bien dirigidos, acaban produciendo más dolor y sufrimiento: la acumulación de poder político o económico, la dominación psicológica, el dogmatismo, la acumulación de saberes sin voluntad liberadora, y un largo etcétera. Implica, asimismo, que el ser humano no se siente con fuerzas para controlar, transformar o redirigir el mundo que él mismo ha creado, ya que lo cree manejado por fuerzas ciegas sobre las que es muy difícil retomar el control, o bien por la iniquidad o egoísmo intrínsecos de otros hombres.

Por último, al creer en la libertad como libre albedrío entre el bien y el mal, situando a ambos en igualdad de condiciones y de forma indiferenciada, quitamos necesidad al bien, ya que puede no elegirse; y, por otra parte, hay que presuponer la existencia de personas “culpables” de elegir el mal pensando en su propio beneficio (con lo cual, sin pensarlo, les otorgamos ya de antemano una naturaleza “malvada”, lo que, a su vez, cuestiona si su elección fue realmente libre). Al hacer culpables a otros (directa o indirectamente) de la situación en la que nos encontramos (en lugar de contemplar lo que les falta para alcanzar su completud), contribuimos a continuar rompiendo la red de solidaridad imprescindible para que el ser humano pueda llegar a completarse espiritualmente, retrasando nuevamente el proceso.

Por todo lo anterior, pensamos que la asunción de la idea del ser humano como un ser necesario destinado a alcanzar una conciencia singular y solidaria puede realmente transformarnos y también transformar, por tanto, nuestro mundo.

Nuestra intención es la de establecer un diálogo en profundidad en torno a estas cuestiones que ayude a dejar de ver como contradictorios aspectos esenciales del ser humano, como libertad y justicia, individuo y sociedad, fe y razón, culpa e inocencia, etc. En segundo lugar, establecer, si es posible, una práctica de colaboración entre personas, organizaciones o entidades comprometidas en este proyecto para tratar de plasmarlo prácticamente en nuestros propios proyectos personales y colectivos.

Así pues, los principios fundamentales que rigen nuestro proyecto pueden resumirse de la siguiente manera:

  • La definición de un nuevo Nosotros implica una concepción de la sociedad como una solidaridad de singularidades. Es decir, en ella debe armonizarse el desarrollo de la singularidad personal con la potenciación de la unidad solidaria del conjunto. Esto implica, inevitablemente, la superación del actual modelo capitalista, que hace a los seres humanos instrumentos, y, metafísica y económicamente hablando, sobrantes.

  • La oposición que hace buena parte de la historia de la filosofía, y dentro de ella el postmodernismo, entre razón y libertad, tiene su fundamento en unos conceptos muy pobres de ambas (así, se toma una concepción subjetiva de la libertad, mientras que se considera la razón como ortodoxia fundamentalista, razón científica, tecnológica o cualquier otro tipo de razón abstracta). Por el contrario, para nosotros la idea de libertad va unida a la de singularidad, es decir, a aquello que no es de ninguna forma intercambiable, como no lo es el ser humano.

  • De lo anterior se deduce que, respecto al debate entre unidad y diferencia (singularidad), la unidad implica diferencia y viceversa. Es por ello que debemos hablar de libertad solidaria e inocente (como bien sabemos, la libertad es la coartada perfecta para justificar la condenación del otro), conciencia solidaria o solidaridad de singularidades.

  • Así pues, el objetivo fundamental de la actuación humana debe ser la creación de un Nosotros que incluya a toda la humanidad, un Nosotros en el que el individuo demuestre toda su singularidad en una solidaridad indisoluble con los demás.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...