lunes, 4 de abril de 2011

T. S. ELIOT: UN SOLO FIN, SIEMPRE PRESENTE.


C. D. Friedrich, Mañana de pascua, 1833.

[...]
El pasado y el futuro,
lo que pudo haber sido y lo que ha sido,
miran a un solo fin, siempre presente.

[...]
En el punto inmóvil del mundo en rotación. Ni carnal ni descarnado;
ni desde ni hacia; allí, en el punto inmóvil, está la danza,
ni movimiento ni detención. Y no se diga que es fijo
el lugar que reúne el pasado y el futuro. Ni procedencia ni dirección,
ni elevación ni descenso. Sin el punto, el punto inmóvil,
no habría danza y la danza es lo único que existe.
Puedo sólo decir que ahí estuvimos, pero no sé dónde está el lugar.

[...]
El pasado y el futuro
permiten tan sólo un poco de conciencia.
Ser consciente es no estar en el tiempo
pero sólo en el tiempo el momento de la rosaleda,
el momento de la glorieta bajo la lluvia,
el momento de la ventosa iglesia al caer el humo,
pueden recordarse; envueltos en pasado y porvenir.
Sólo en el tiempo se conquista el tiempo.

[...]
Se mueven las palabras, la música
se mueve sólo en el tiempo; mas
lo que sólo vive no puede
sino morir. Tras el discurso
las palabras aspiran al silencio.
Sólo en la forma, en el trazo,
alcanzan las palabras, la música, la paz, como se mueve
perpetuamente el jarrón chino
en su quietud. Pero no es la quietud
del violín mientras dura la nota,
no es eso sólo, sino la coexistencia;
o digamos que precede al comienzo
el fin y que ahí estaban el principio
y el fin desde antes del principio
y después del final. Y es todo
siempre ahora.

[...]
La Palabra en el desierto es la más
acosada por tentadoras voces,
de la sombra el llanto en la danza
funeral, la lamentación sonora
de la quimera desolada.

En la trama el detalle es movimiento
como en la imagen de los diez peldaños;
y es el deseo mismo movimiento,
en sí no deseable. El Amor
es él mismo inmóvil, causa tan sólo
y fin del movimiento,
intemporal y libre de deseo,
salvo como tiempo apresado
en forma de límite entre el no ser
y el ser.

T. S. Eliot, Cuatro cuartetos, Madrid, Cátedra, 1987, pp. 85-95 (Del poema “Burt Norton”, primero de los Cuatro Cuartetos).

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