martes, 5 de julio de 2011

¡INSOLVENTES!



 Recomendamos vivamente la lectura de esta carta desesperada y anónima de sólo 62 páginas de un hombre que, habiéndose visto atrapado en las garras de este sistema implacable que nos devora -consumismo, vacío, explotación, sobreendeudamiento, estigmatización...- no encuentra otro camino que desertar, viéndose por fin confinado en un rincón de Asia, en uno de los brazos del río Mekong, viviendo como pobre entre los más pobres, allí donde se acumulan los más pestilentes y mortíferos detritus de nuestro desenfrenado consumismo, allí donde reclutamos a nuestros esclavos para mantener nuestros caprichos y bajos instintos. Su alegato es demoledor; propio del hombre que ha renunciado ya a todas las máscaras, a todas las excusas y racionalizaciones. Es por eso que llama a las cosas como hay que llamarlas: por su nombre, y desde su propia autocrítica sin ambages, señala al capitalismo asesino, a nuestras pantomimas de democracia, a nuestro borreguismo individualista, como culpables de la explotación inmisericorde y el exterminio de millones de personas en el planeta, además de la puesta en muy serio peligro de la continuidad de las próximas generaciones sobre la Tierra. La cuestión, pues, aquí en Occidente, no es la de conservar nuestro llamado “Estado del Bienestar”, edificado entre otras cosas sobre la esclavización de los los pueblos del Tercer Mundo: se trata de la justicia planetaria. O se edifica ésta o no se habrá logrado absolutamente nada.

Extraemos del libro algunos fragmentos que esperamos puedan animar a su lectura:

"Si no puedo firmar esta carta, como algunos de vosotros me reprocharéis, es por una razón muy sencilla: he perdido mi nombre, junto con todo lo que era mi vida. Exiliado en la otra punta del mundo, lejos del consumo y de nuestra existencia hipotecada a cómodos plazos mensuales, arruinado por los bancos y por el canibalismo de un sistema que agudiza nuestros apetitos para devorarnos mejor, no me quedan más que estas palabras, que nadie podrá quitarme. Había decidido guardar silencio, arrastrando el dolor de mis errores del pasado, aterrado de encontrarme aquí, en las orillas del río Mekong, en medio de una miseria que no hubiera podido jamás imaginar. Pero viendo morir estos niños, agonizar en el trabajo estas mujeres, emborracharse estos viejos a sus cuarenta años, he comprendido que no podía seguir callado. El capitalismo anónimo sí que firma sus infamias: mata a millones de seres humanos, hace del planeta un vivero de clientes infelices, exprimidos por truhanes codiciosos y por expertos en grandes negocios. Si no hacemos nada, si todos nos callamos, vergonzantes en nuestro egoísmo cómplice, la humanidad, esclavizada y sobre endeudada, no sobrevivirá a este siglo."

“Pienso en vosotros, queridos hermanos y hermanas de pobreza, que asistís con impotencia a los espectáculos indecentes de las buenas gobernanzas, en las que la clase política metida en negocios, como perros de caza furiosos, juega con los millones robados al erario público, libres de impuestos gracias a la habilidad de sus grandes asesores fiscales, arrancados de los bienes colectivos y de los logros sociales conquistados tiempo ha -en el tiempo de las luchas obreras-. Esta clase política se hace prestar dinero todos los días en los mercados del mundo para pagar sus deudas, para simular el futuro, para reformar sus bonitos chaqués y su triste ropa de payaso. Mirad a esos clones, manipulados y programados por el capitalismo, otro nombre ficticio vacío de significado -socialismo democrático, socialismo popular, etc.-, reunidos en sus lujosos comederos, cuyo coste serviría para salvar la vida de miles de niños. Nos vomitan declaraciones de principios cuyas cláusulas sin compromiso estaban pactadas de antemano [...]”. (26)

¡Sí, es necesario que este sistema de la lenta agonía, mantenido sabiamente por el capitalismo, las multinacionales, los bancos y sus Estados mediante el engaño a sus ciudadanos-clientes, se derrumbe sobre sí mismo, no se tenga más en pie! Este sistema es sólo el esqueleto de los muertos que nos gobiernan con sus trajes caros cortados con nuestros sufrimientos. Y todas las soluciones son buenas para hacer añicos, para tirar abajo a los tiranos de las finanzas, a los explotadores de la miseria humana, una miseria mundial de la que ellos son los únicos héroes, los iniciados delictivos, siempre reflotados y alimentados con nuestro dinero público. Los generosos donantes de los partidos dominantes, los mismos que deciden nuestros horizontes primarios, elegibles democráticamente -¡menudo chiste!-, son los primeros responsables de la crisis genocida, son sus responsables con toda legalidad. Pues esta legalidad ha sido creada por ellos mismos, para ellos mismos, con nuestra complicidad pasiva de consumidores empobrecidos, bien adiestrados educados para obtener ingresos modestos, créditos y facilidades, cautivos de un modo de vida enfermo y estereotipado, repletos de falsos sueños. Nuestra tarea ahora es demostrar su nocividad, su toxicidad, sus desastres y, como se puede comprobar, sus crímenes contra la humanidad.” (30-31)

Y una aguda visión de lo que es en el fondo el capitalismo (todo capitalismo, no sólo el llamado “salvaje”, porque no hay capitalismo “humano”) que coincide en el fondo con nuestro análisis de la propiedad privada publicado ya en este blog (http://aletheia-informa.blogspot.com/2010/12/el-origen-de-la-propiedad-privada.html):

El instinto de supervivencia, propio del reino animal, de la reivindicación de un territorio, de la afirmación de una autoridad, de un poder y de su desarrollo, pero también expresión natural de un miedo fundamental, es el precursor del capitalismo. Estuvo en el origen de todas las luchas tribales, de todas las guerras, fuera cual fuera su motivo oficial, de todas las civilizaciones, de todas las esclavitudes, de todas las masacres, de todos los apartheids y de las más grandes miserias.” (48)

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