El verdadero pensamiento tiene fundamentalmente un fin: ser anticipador. Esto es precisamente lo que distingue al ser humano de las demás formas vivas, pues éstas viven «de forma pragmática». El pensamiento utópico pretende que el futuro sea el Futuro que nos es propio, y no aquél que se nos impone. La rutina del pragmatismo jamás entenderá esto.
Este texto de Lenin perteneciente a su obra ¿Que hacer? pone bien de relieve cómo este gran político revolucionario, que tenía un agudo sentido de la realidad, sin embargo, reconoce el valor del «sueño» como anhelo de un mundo más humano.
«"¡Hay que soñar¡". Acabo de escribir estas palabras y el pánico me invade. Me imagino que me encuentro en una "conferencia de unificación" y que, frente a mí, se encuentran los redactores y colaboradores del Rabócheie Dielo. Y el camarada Martilov se levanta y se dirige a mí amenazadoramente: "Permítame usted que le pregunte: ¿tiene una redacción autónoma el derecho a soñar, sin preguntar antes al comité del partido?" Y después se levanta el camarada Krichevski y prosigue (profundizando filosóficamente al camarada Martinov, que ya hacía mucho que había profundizado al camarada Plejánov) en tono aún más amenazador: "Continúo. Pregunto si un marxista tiene el derecho a soñar, a no ser que olvide que, después de Marx, la humanidad sólo puede plantearse cometidos que están en su mano resolver, y que la táctica es un proceso del crecimiento de los cometidos, los cuales crecen junto con el partido".
Solo el imaginarse estas amenazadoras preguntas hace que me recorra un escalofrío, y mi único pensamiento es el de dónde podría esconderme. Trataré de esconderme detrás de Pisarev.
"No todas las escisiones son iguales las unas a las otras", escribió Pisarev sobre la escisión entre sueño y realidad. "Mis sueños pueden traspasar el curso natural de los acontecimientos, o pueden descaminarse, es decir, lanzarse por caminos que el curso natural de los acontecimientos no puede nunca recorrer. En el primero de los casos, la ensoñación es completamente inofensiva; puede incluso impulsar y robustecer la fuerza activa del trabajador (...) Estos sueños no tienen nada en sí que aminore o paralice la fuerza creadora. Muy al contrario. Si el hombre no poseyera ninguna capacidad para soñar así, no podría tampoco traspasar aquí y allí su propio horizonte y percibir en su fantasía como unitaria y terminada la obra que empieza justamente a surgir entre sus manos; me sería imposible imaginarme en absoluto qué motivos podrían llevar al hombre a echar sobre sus hombros y conducir a término amplios y agotadores trabajos en el terreno del arte, de la ciencia y de la vida práctica (...) La escisión entre sueño y realidad no es perjudicial, siempre que el que sueñe crea seriamente en su sueño, siempre que observe atentamente la vida, siempre que compare sus observaciones con sus quimeras y siempre que labore concienzudamente en la realización de lo soñado. Si se da un punto cualquiera de contacto entre el sueño y la vida, puede decirse que todo está en orden".
Los sueños de esta especie son, desgraciadamente, muy escasos en nuestro movimiento. Y la culpa la tienen principalmente aquellos que se vanaglorian de lo sobrios que son, de lo "cercanos" que se hallan a lo "concreto": es decir, los representantes de la crítica legal y los representantes de una política no legal de llevar la cola a los demás.»
V. I. Lenin, ¿Qué hacer?, Akal, Madrid, 1975, pp. 169-170.
Citado por: Ernst Bloch, El Principio Esperanza (1), Madrid, Trota, 2007, pp. 33-34.
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