¿Acaso no es santo mi corazón, de hermosa vida lleno
desde que amo? ¿Por qué me estimábais más
cuando era orgulloso y soberbio,
rico en palabras y más vacío?
¡Ay!, la muchedumbre gusta de lo que se aprecia en el mercado
y honra el esclavo sólo al violento;
en lo divino creen
sólo aquellos que lo son.
Friedrich Hölderlin, La muerte de Empédocles, Madrid, Hiperión, 1983, p. 108.
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