sábado, 4 de agosto de 2012

PRESUPUESTOS ANTROPOLÓGICOS PARA UNA NUEVA ECONOMÍA (II)


Transcribimos la segunda parte de la ponencia realizada por Francisco Almansa el día 15 de junio en el Centro Indalo Loyola de Almería, dentro de la Mesa Redonda titulada "Alternativas a la economía capitalista: de la economía del tener a la del dar":

El Greco, Expulsión de los mercaderes del Templo (1600).

«La principal y la menos nombrada consecuencia del establecimiento de un yo "eficiente económicamente" propio del capitalismo es la desigualdad controlada como instrumento de eficiencia económica. Esto significa que las desigualdades sociales son vistas como instrumentos estimulantes para el crecimiento económico, pues serían un acicate tanto para los que poseen menos como para los que poseen más. Según esta cínica concepción de las relaciones humanas, los primeros se verían motivados en mayor grado a la hora de aceptar las condiciones del sistema para alcanzar la meta de la prosperidad. Siendo la condición que goza de más predicamento la voluntad de competir. Sólo los pusilánimes y los "incompetentes" serán orillados del manantial ininterrumpido de riqueza que fluye sin cesar de la cornucopia del mercado. 

Asimismo, se supone que los que más tienen buscan mantener las distancias que los distinguen como triunfadores -aunque sus "éxitos", como sucede con frecuencia en todas las sociedades de clases, hayan sido heredados-. El llegar a ser como "ellos" (como los triunfadores), así como el "distinguirnos" de los otros (de los mediocres, hasta que no se demuestre lo contrario), se consideran, pues, fuerzas motrices del desarrollo económico. No es, por tanto, solamente la codicia de bienes materiales, sino también otra codicia aún más perniciosa que la primera: la de la búsqueda de valoración social mediante la competencia de identidades.

Ahora bien, como saben todos aquellos que en su corazón ha germinado la semilla del amor a lo humano, nadie llega a conquistar su verdadera identidad en competencia con los otros. Pues una de las paradojas que se dan ante tal pretensión es que si la valoración de nuestra identidad la hacemos depender de la desvalorización de la identidad de los otros, se acaba dependiendo de dicha desvalorización. De ahí la persistencia de los prejuicios étnicos, sociales y clasistas, siempre ligados directa e indirectamente a la legitimación de las diferencias económicas, que se suponen responden a determinadas virtudes de los grupos favorecidos.

Asimismo, también el egoísmo ha pasado a ser considerado como un factor que contribuye positivamente al desarrollo económico, dado que el mismo es inseparable de cierta pulsión desvalorizadora de los otros; algo que constituye la médula de la competencia inherente a la "conquista" del mercado en el capitalismo, sea cual sea la forma en que se adjetive (mercantil, industrial, liberal, neoliberal, regulado, etc.).
La competencia lleva a la desvalorización de los otros

Además, es obvio que el considerar el egoísmo como fuerza productiva es la condición necesaria para mantener la desigualdad como factor de motivación económica. El argumento pragmático sobre el cual se trata de legitimar tal estado de cosas es que cuanta más riqueza se produzca más riqueza hay para repartir. Con lo cual, este supuesto bien hace que, por "participación", utilizando la terminología platónico-escolástica, el egoísmo y las desigualdades se conviertan asimismo en bienes.

La falacia de tales presupuestos ha sido puesta de manifiesto una y otra vez por los hechos históricos, algo que la amnesia producida por la sobresaturación de la comunicación trivial de nuestra era de internet -que impide la reflexión sosegada o, simplemente, la reflexión sobre lo que ya siempre ha sucedido antes- hace que volvamos a cometer los mismos errores que en el pasado. Ahora se tiende a idealizar, frente al capitalismo financiero, otras formas de capitalismo que se supone no tenían como fin la especulación.  Cuando la esencia misma del capitalismo es la especulación, pues ésta no es sino apartar a las cosas de los fines que les son inherentes para obtener más de lo que se ha puesto; y el primer objeto de la especulación es el trabajo humano, pues éste ya no tiene como fin la realización personal, sino ser competitivo para abaratar costes, y que nuestros empleadores puedan obtener beneficios».

Recomendamos del mismo autor: ÉTICA Y TRABAJO EN RELACIÓN A UNA POLÍTICA BASADA EN LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA (I), ÉTICA Y TRABAJO (II) Y ÉTICA Y TRABAJO (III).

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