viernes, 14 de septiembre de 2012

¿QUÉ PASA EN SUDÁFRICA?

Reproducimos a continuación parte del elocuente artículo de John Carlin, escritor y periodista británico, aparecido en El País el día 24 de agosto con el título "Sudáfrica y el fantasma mexicano", que describe las causas del terrible asesinato de mineros en las revueltas del pasado mes por parte de la policía. El análisis pretende hacer una comparación entre el Congreso Nacional Africano como partido dominante después de la caída del apartheid y el PRI mexicano, convertido en un lobbie que realiza las funciones de los antiguos opresores antes de su nacimiento.

"La conexión mexicana, la verdad, se me ocurrió a los pocos meses de que Mandela ganara aquellas primeras elecciones democráticas, acabando con tres siglos y medio de dominación blanca (...). Dije que temía que el CNA se acabara convirtiendo en un PRI, o en aquel PRI que en el siglo XX gobernó sin interrupción durante 70 años: es decir, un partido revolucionario institucional en el que -como delata el nombre- se apela a la retórica progresista de siempre, en defensa de las masas y tal, pero el objetivo principal es perpetuar una élite en el privilegio y el poder. El mecanismo que creó el PRI para forjar su "dictadura perfecta"-como decía Mario Vargas Llosa- fue una coalición entre el partido dominante, el sindicalismo, el empresariado y otras fuerzas sociales, apoyada por las fuerzas de seguridad.(...)



En Sudáfrica (...) los revolucionarios son hoy la imagen y semejanza (salvo en el color de la piel) de los antiguos amos que en su día, y con enorme sacrificio e idealismo, derrocaron.
(...) La revuelta de Marikana, la más dramática de miles que se han visto a lo largo de este año en las localidades pobres negras del país, escenifica la frustración y la rabia de un creciente porcentaje de la población contra el poder establecido. En este caso específico, la frustración de los mineros surgió por la complicidad que detectaron entre la empresa británica dueña de la mina de platino, Lonmin, y el sindicato que toda la vida les había representado. (...) Ahí nació Amcu, una organización más visceral que coherente, sin plan estratégico o ideología definida, pero que expresa los sentimientos de muchos mineros. Fue contra los mineros nuevamente incorporados a Amcu, en huelga por un aumento de sueldo, contra los que los policías dispararon.
La rabia de los mineros, la que desencadenó los actos violentos que condujeron también a la muerte de dos policías, a machetazos, proviene no sólo de la convicción de que reciben sueldos miserables, sino de ver que los jefes sindicalistas viven, relativamente hablando, como reyes. El presidente de la NUM (Sindicato Nacional de Mineros) gana 25 veces más al mes que los mineros que se unieron a Amcu. Cuando apareció en la mina de Marikana después de la masacre no pudo salir del coche de policía que lo transportaba, por temor a que lo mataran.
Lo que ha pasado es que tanto la NUM, como otros sindicatos que hace 20 y 30 años estaban en la vanguardia de la lucha contra el apartheid, como el Gobierno del Congreso Nacional Africano con el que están íntimamente aliados, se han aburguesado. (...) Pertenecen a una clase de animal distinta, depredadora, que se reparte el poder y la riqueza entre sí (...) Un personaje lo define. Se llama Cyril Ramaphosa, el fundador de la NUM en 1982, negociador número uno del CNA durante la transición a la democracia a principios de los noventa y ahora un magnate cuya fortuna se mide en cientos de millones de euros.
Ramahosa, un favorito de Mandela en su día y para muchos el que debería de haberle sustituido cuando dejó la presidencia, es miembro de la junta directiva de Lonmin, donde todos son considerados (y no sólo por Amcu) como unos viles explotadores. Pero Ramaphosa sigue siendo no sólo una figura emblemática en la NUM sino uno de los barones más influyentes del CNA. Como en México, en los años de gloria del PRI, las elecciones generales son insignificantes a la hora de determinar la identidad de futuros presidentes y de sus ministros comparado con las elecciones internas en la cúpula del CNA, donde un reducido número de políticos, sindicalistas y empresarios negros nuevos ricos centralizan el poder. (...)

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