lunes, 6 de octubre de 2014

PRINCIPIOS SOBRE EL PODER (I)




Francisco Almansa González.
Presidente de la Asociación Aletheia.

Estos principios sobre el poder, así como las conclusiones que de ellos se derivan, constituyen una selección de los mismos que a su vez depende de una teoría más amplia en la cual encuentran el marco referencial que le otorga su pleno sentido. Lo anterior significa que esta relación que aquí exponemos es incompleta y que, por lo tanto, puede adolecer en algunos casos de la claridad necesaria. Pero de lo que aquí se trata fundamentalmente es de abordar el tema del poder desde un punto de vista diferente al que en general es percibido cuando éste -el poder- es casi exclusivamente relacionado con la política y la economía. En primer lugar, este reduccionismo nos impide comprender la verdadera esencia del poder, pues éste trasciende con mucho lo que es el ámbito de lo estrictamente político, así como de lo económico, hoy en primer plano.

El poder, en principio, hay que concebirlo como los romanos representaban al dios Jano, con dos rostros opuestos. Conforme a esto, una cara es la dimensión que busca la negación de aquello cuya presencia puede obstaculizar los fines de la otra cara del poder, que es el de las realizaciones que presuntamente lo legitiman. Aquí la cuestión estriba, por tanto, en ver si dichas realizaciones en verdad lo legitiman. Como este no es lugar para desarrollar una teoría completa del poder, sólo podemos decir que la legitimidad de un poder sólo le viene dada en la medida que nos humaniza. Y no valen declaraciones de derechos humanos, así como tantos tipos de retóricas humanistas al uso, si a la postre se admiten como legítimas determinadas prácticas sociales que tanto por sus efectos directos como indirectos provocan una deshumanización generalizada de la vida social. Esto es, a nuestro parecer, lo que ha sucedido al tratar de asociar valores de alcance universal -cuya conquista se debe fundamentalmente a los profundos anhelos que en todos los seres humanos laten para alcanzar la plenitud de lo que ya son- con el capitalismo, el cual todo lo degrada al poner como patrón universal de todas las formas de ser al dinero. O sea, algo que en sí mismo nada es.

Esto hace que la ideología propia del capital sea el nihilismo. Ahora bien, el nihilismo, como toda forma de parasitismo, obtiene su energía a cambio de nada. Sólo ha de tener cuidado en no destruir completamente a sus víctimas, pues con ello también sucumbiría él mismo. Por eso necesita utilizar, y no destruir absolutamente, todas aquellas instituciones y valores que son en su misma esencia la negación misma de todo nihilismo. Su poder, por tanto, es un poder paradójico, como todo poder represivo, y como paradójico que es, su nombre ha de indicar su propia contradicción. Por eso a este tipo de poderes los denominamos poderes de la impotencia.

Darío de Regoyos, Bahía de Santoña (1900)
He aquí los Principios:


1.- El Poder legítimo es libertad, pues allí hasta donde podemos llega nuestra libertad. Lo que implica que cuando se nos limita el poder se nos limita la libertad, y viceversa.


2.- Si el poder es libertad entonces es afirmación de la diferencia (singularidad) y realización de las posibilidades inherentes a la misma.


3.- Afirmar la diferencia es diferenciarse de lo que no se es, y, por lo tanto, ser su límite.  

4.- Lo que afirma su diferencia en relación a lo que no es, es lo Singular.

5.- Lo Singular es lo que se autoidentifica o autolimita1, y de ahí que se diferencie de lo que no es. Un ser es más necesario cuanto más es él mismo, o sea, más singular, para lo cual es necesario que se autolimite.


6.- Conforme a lo anterior, ser libre es ser poderoso, y ser poderoso es ser necesario y singular, que es una y la misma cosa.


7.- Lo singular es necesario, y, como tal, insustituible.


8.- Sólo se es realmente poderoso si se es necesario por la singularidad, y sólo por la singularidad se es necesario.


9.- Cuanto menos singularidad se posee menos diferenciable se es de lo que no se es. Luego más fácilmente sustituible, lo que significa que se es menos necesario.


10.- El que busca el poder sin ser poderoso persigue el medio de hacerse necesario quitando a los otros los medios por los cuales pueden realizar las posibilidades inherentes a su singularidad. Lo cual significa hacerlos lo más indiferenciados posible.


11.- El “poder” de los que no pueden limitarse, y que por lo tanto no son libres, consiste, conforme al punto anterior, en limitar el poder de los otros impidiendo que sean necesarios. Esto es: que siempre puedan ser sustituibles.


12.- La sustituibilidad lleva a competir a los sustituibles entre sí.


13.- La represión consiste en impedir hacernos presentes, esto es: ser necesarios conforme a nuestra singularidad, haciéndonos permanecer en la competición de lo sustituible, en tanto que indiferenciable.


14.- Toda represión es una desvalorización. Un alejarnos de una u otra manera de nuestra condición de seres únicos, y un aproximarnos a la nada.


15.- La represión política, económica, educativa, etcétera, es la consecuencia de una previa desvalorización ontológica, que es a su vez la represión original, o aquélla por la que un fin en sí mismo o fin original es concebido como un medio, y utilizado como tal.


16.- El hombre edípico es el que cifra su poder esencialmente por la posesión de los medios, o sea, por aquello que es más temporal.

17.- El hombre edípico es el que compite por la posesión de los medios, entendidos éstos como clave de su poder.


18.- El hombre edípico, en tanto que competidor por la posesión de los medios, siempre está situado en el terreno de la sustituibilidad. Se compite por lo que siempre aparece como subjetivamente escaso en relación a todos aquellos que lo desean; por lo tanto, siempre sobran algunos.


19.- El hombre edípico es un proyecto imposible para llegar a ser único, insustituible y, por lo tanto, necesario, pues busca el poder en la posesión de los medios, que son por esencia relativos, y que, por lo mismo, siempre remiten a otra cosa. Cuanto más medios se poseen, dada la relatividad intrínseca de los mismos, más se diluyen los límites en los que el hombre edípico trata de reconocerse, pues éstos, por estar constituidos por medios, siempre apuntan más allá de sí mismos.


20.- ¿Cuál es el fundamento de toda represión? El miedo a perder la identidad cuando ésta desconoce su verdadera esencia y, por lo tanto, sus límites.


21.- Una identidad represiva es aquella que no se puede limitar.


Miguel Ángel, La creación de Adán (1508-12)

22.- Lo singular tiene como límite lo que no lo limita.

23.- El límite que no limita a una singularidad es otra singularidad, pues ambas no compiten.


24.- El límite común entre singularidades es la Unidad.


25.- La Unidad es la relación entre singularidades por la que la afirmación de cada una implica la afirmación de las demás (Orden de la Libertad).


26.- La singularidad, y sobre todo como conciencia, es la forma como el ser se diferencia esencialmente de la nada.


27.- La afirmación de lo singular implica una valorización del ser frente a la nada.


28.-Si la afirmación de una singularidad implica la afirmación de las demás, significa que cada singularidad, al autovalorizarse, valoriza a las demás.


29.- Llamamos Orden de Solidaridad aquel en el que sus componentes dan lo que pueden; y lo que pueden ha de ser aquello que los valoriza. O sea: que los afirma como singularidades.


30.- El orden de la libertad, pues, implica el orden de la solidaridad, y viceversa.


31.- El único orden legítimo de poder es aquel en el que el orden de la libertad coincide con el orden de la solidaridad. Llamamos a este orden Orden de la Vida Bella u Orden Justo.


32.- Cuanto más ser se es, menos se necesita.


33.- Cuanto más ser se es, más alejado de la nada, y, por lo tanto, más singular.


34.- Cuanto más singular, más inherente al orden de la libertad y de la solidaridad.


35.- Cuanto más se es, se es más libre y más solidario.


36.- Cuanto más se es, menos se necesita y más se da.


37.- Todo orden en el que la libertad y solidaridad no coincidan es un orden represivo, pues nadie es plenamente él mismo, ni nadie por lo tanto puede dar todo lo que podría dar ni lo que debe dar. En él a todos siempre les falta algo, aunque a algunos les sobre de todo.


38.- En un orden represivo, a lo que se autoidentifica o singulariza sólo se le afirma en la medida que se le utiliza.


39.- En los órdenes represivos, los seres humanos se ven unos a otros como medios para conseguir sus fines particulares.


40.- El orden represivo es también el orden de la necesidad, pues en él el trabajo, que es una manifestación esencial de la vida humana, siempre es realizado como un medio para obtener en general otros medios. Ahora bien, cuando más es un medio, menos es un fin que se realiza por él mismo y por el que el trabajador realiza las posibilidades inherentes a su singularidad. El trabajo, pues, como medio, es la negación misma del trabajo libre, y por lo tanto pertenece al orden de la necesidad.

Gustave Caillebotte, Los cepilladores de parquet (1875)

41.- En la llamada democracia, la mayor parte del trabajo pertenece al orden de la necesidad, pues, como en los restantes órdenes represivos, los medios se convierten en un fin, y, en la misma medida, los seres humanos se convierten en medios para obtenerlos.

42.- La clase represora es aquella a la que, al pertenecerle esencialmente los medios, obliga a los demás grupos humanos a trabajar y a competir en primer lugar por la adquisición de los mismos. Son, por tanto, la piedra angular del orden de la necesidad.


43.- La libertad no es medio, sino la plena afirmación de lo que somos realizando las posibilidades que afirman nuestra singularidad.


44.- Se nos niega como seres libres cuando somos utilizados como medios.


45.- Cuanto más relativo es algo, menos es sí mismo; luego es más contradictorio.


46.- Cuanto más libre se es, más se es sí mismo; luego más coherente se es.


1Por autolimitación o autoidentificación entendemos las relaciones que entre las partes de algunos seres se dan, tales que tienen como fin el diferenciarse de lo que no son, y, por lo tanto, el hacerse presentes como lo que son, reconociéndose como los mismos en todos los cambios y diferencias. Tanto la vida consciente e inconsciente considerada a nivel de individuos, de especie, de ecosistema, sociedad, mundo espiritual, etc., responde al concepto de autolimitación.
(Continúa) 

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