lunes, 17 de septiembre de 2012

EXPLICACIÓN DE NUESTRO DIBUJO


Es nuestra intención desarrollar aquí una explicación de lo que quiere significar nuestro dibujo-símbolo, inspirado, como resulta evidente, en la famosa Danza de Matisse, al que hemos añadido una serie de símbolos -el Árbol de la Vida cuyas raíces se bifurcan y enlazan en dos serpientes que constituyen su base, el Yin y el Yang, el sol unificador y la simbología de tipo lógico- a los que hemos otorgado significación muy precisa.

El dibujo, como tal, forma un todo, lo cual remite a que Todo es Uno, principio y fin, Α y Ω. A partir de ahí, a partir de lo Uno, se engendra la diversidad. Así, desde Α hasta Ω, nos reconocemos en todos los cambios, porque todo cambio es inherente a nuestra esencia desde el momento en que somos Uno.
     
Pero esa misma unidad esencial de todo es, precisamente, la garantía de la máxima diversidad. Toda realidad tiene y debe tener su propia vida, pero siempre en función de la unidad del todo, porque sin unidad no hay diversidad, sino caos. La diversidad que se despliega de la unidad del todo es aquella en la que podemos reconocernos permanentemente sin dejar de ser nosotros mismos. Y es esto, precisamente, lo que posibilita la libertad.



De lo Uno y su diferenciación sin dejar de ser Uno, llegamos a lo que es Razón (simbolizada por el Sol del cual parten los rayos), la cual (entendida como el conocimiento de los límites entre necesidad y libertad) no es de ningún modo incompatible con esta última. A o no A (el lema incluido dentro del sol) es el principio lógico de no contradicción y representa el poder de diferenciación de lo posible desde lo que es Uno. Razón y libertad se coimplican, porque toda elección debe ser racional: se ha de elegir un posible, pero no pueden elegirse todos los posibles simultáneamente. La elección de una opción («A»), no implica la negación absoluta de la otra (no-A), sino que una se afirma mientras que la otra debe negarse relativamente. 

A y no A (en el pedestal del árbol) es el principio lógico de contradicción y representa la forma potencial de ser, lo que por sí solo no se puede realizar. A través de una elección, lo que es dos (una cosa y otra, A y noA) comienza a realizarse como uno. Pero una elección implica también realización, pues de lo contrario se trataría de una elección vacía, y esa realización da lugar a todo el Árbol de la Vida con toda su diversidad. Este principio de contradicción, A y no-A, también es la representación de la posibilidad limitada. En otras palabras, podemos elegir entre un número limitado de alternativas, porque si elegimos entre un número ilimitado no elegimos nada (cualquier número entre infinito da «0»).

La base del árbol representa lo que no es igual a sí mismo, el caos. Según  la filosofía de la Afirmación, lo Uno es tal porque su negación es relativa a su afirmación. Y la negación máxima de lo Uno es lo que es dos (el dualismo). Es ésta la forma más relativa de lo Uno: el caos. El caos es lo que no es igual a sí mismo, lo que siempre es otro, y por ello puede simbolizarse como «2 no es igual a 2» (una fórmula también incluida en el rótulo al pie del árbol). Sin embargo, hay que tener en cuenta que del caos nace inmediatamente lo posible; y lo posible es lo que la libertad realiza.

El tronco del árbol nos presenta un doble camino: uno descendente hacia el caos y otro ascendente hacia la plena realización. El árbol representa la naturaleza, permanente en su continuo cambio: camina hacia el caos y regresa de él permanentemente.

La justicia también se encuentra reflejada en este dibujo. Puesto que podemos definirla como el equilibrio entre lo contingente  y lo necesario, el punto de encuentro entre lo necesario que se diversifica (el dibujo de arriba a abajo) y lo contingente que se identifica (por el poder de elección de la conciencia, el dibujo de abajo a arriba) es la justicia (simbolizada en el Yin y el Yang).

También la mitología hindú hace referencia a la serpiente (aquí presente), a la que llama Ananda, y a la que entiende tanto como infinito (o lo que no se limita a sí mismo), como «residuo», esto es, lo que constituye materia para una nueva creación porque ya no posee identidad propia (es decir: «caos»), y de ahí que se encuentre en la base del dibujo.

Los rayos de luz representan el poder del amor. El amor no es otra cosa que la relativización de uno para hacer crecer al otro. De esta forma, el sol se niega relativamente para afirmar la vida de la naturaleza.

En cuanto a las figuras humanas, se trata de transmitir una idea de solidaridad basada en la alegría, y también en la fuerza, puesto que son ellas las que le han pisado la cabeza a la serpiente. Este gesto simboliza el poder del ser humano sobre el caos, que ya no se presenta aquí como peligroso u amenazante. Por otra parte, se han resaltado los contornos de las figuras humanas -al tiempo que cada una posee, gracias a la maestría de Matisse, su propia y bella posición-, porque se resalta la singularidad humana, pero entendida ésta siempre estrechamente vinculada a la solidaridad (y sin la cual entendemos que la primera acaba perdiéndose irremisiblemente). Precisamente porque cada uno es sí mismo,es por lo que puede ser capaz de ofrecer oportunidades, a sí mismo y a los demás. Sin embargo, mientras nos encontramos en proceso del logro de nuestra propia y auténtica singularidad, nos hallaremos en la triste situación de “robar” permanentemente identidad y, por tanto, enfrentados con los otros. 

El hecho de que falte la figura central que debería ir de espaldas en primer plano es debido a que se reivindica, a través del dibujo, la transparencia, sin la cual no es posible la alegría de la existencia. Al cerrarse el ser humano sobre sí mismo, el producto es una visión antropomórfica sobre el mundo incapaz de ver las cosas por sí mismas.

Por último, el pentágono que enmarca el dibujo hace referencia a las tres diferenciaciones de la conciencia (la base del pentágono: pensamiento, voluntad y amor), que hacen que el dos tienda hacia lo Uno (vértice del pentágono) en el Árbol de la Vida. Asimismo, el pentágono se vincula o hace alusión (y en este sentido constituye un homenaje a las mismas) a las religiones precolombinas que anuncian el advenimiento de un «quinto sol», concebido como una nueva creación que se entiende como definitiva.

2 comentarios:

Fino dijo...

sino que una se afirma mientras que la otra debe negarse relativamente
sólo esa frase tiene una tarde de debate¡¡¡

Asociación Aletheia dijo...

¡Pues ya sabes Serafín! ¡A la tarea!

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