NicolasPoussin, El Parnaso (1631-33), |
APORTACIONES PARA EL DEBATE DEL FORO DE ÉTICA Y POLÍTICA
Francisco Almansa González
Los valores son aquellas formas de
ser que de manera mediata o inmediata nos
afirman como lo que somos, y que en tanto se han hecho conscientes se
constituyen en imperativos de su plena y permanente realización. Por ellos se
busca la reconciliación entre ser y deber ser.
Las conclusiones que se pueden extraer de la anterior definición son:
- Los valores no son “ideales” que a la manera de las constelaciones del cielo, o sea, como algo muy lejano a nuestra realidad, constituyen unas referencias por las cuales guiarnos en nuestro incierto deambular por este mundo, pero que en su condición de horizonte nunca serán alcanzados, pues el horizonte, en tanto que tal, es lo que nunca se alcanza. Por el contrario, los Valores del Ser son lo más real que hay en nosotros, y es justamente por eso, por lo que nunca llegan a olvidarse. Es más, precisamente por su realidad es por lo que ellos mismos se ponen como horizonte, dado que es la mejor manera de que algo no se olvide. Pues empezamos a sumergirnos en la niebla del olvido cuando hemos perdido la voluntad de ser metas de nosotros mismos.
¿Quiere
decirse con lo anterior que como los valores son realidades ya se rigen por
ellos los seres humanos? La respuesta es sí y no. Pongamos como ejemplo la
salud. Como un valor que es, todo proyecto que sobre el futuro hagamos tiene
como presupuesto que poseeremos un mínimo de salud, que nos permita realizarlo.
Pero si queremos conservar la salud en el futuro, ésta, de forma más o menos
reflexiva, se convierte también en proyecto de sí misma. Se deben hacer
determinadas cosas,así como, necesariamente evitar otras, para
que la salud no se pierda en el futuro.
Sin embargo, la salud se pierde, y de resultas de lo mismo el ser humano se ve privado de muchas posibilidades que han sido arrastradas por la enfermedad. Y así la vida transcurre entreverada entre la enfermedad y la salud, pero es ésta la que no se olvida y sigue siendo la meta en todo momento. Y si nos olvidamos de la misma, es casi seguro que acabamos por perderla. La cuestión estriba en saber qué es necesario para que, de lo que de nosotros dependa, nuestros comportamientos sean saludables. Esto es: se rijan por las leyes de la salud.
Francisco de Goya, El albañil herido (1786-87) |
- Los Valores son formas de ser y, como tales, realidades; pero realidades que nos afirman como lo que somos. Esto es: por nosotros mismos. No en relación a otra cosa. A esta característica que es esencial a los Valores es lo que denominamos su gratuidad. Y todo aquello que atente contra la misma, aunque socialmente sea considerado como un valor, es en realidad un antivalor.
Con el triunfo de la razón instrumental tomada como
paradigma absoluto de la razón, las preguntas se platean en general como si
toda forma de ser fuese un instrumento. Es más frecuente la pregunta sobre la
utilidad de los valores que la pregunta sobre la esencia de los mismos. Pero
cuando preguntamos sobre su utilidad ya hemos presupuesto en ellos un valor
instrumental. Ahora bien, con esto lo que se está haciendo es poner a la
instrumentalidad como el valor patrón de todos los valores. Dicho de otra
manera: un valor es tal, si sirve.
Puesta la instrumentalidad como valor supremo, los
demás valores se valorizan o desvalorizan en función del valor instrumental que
posean en cada momento. Y el valor instrumental que posee un valor en cada
momento depende a su vez de la relación entre la oferta y la demanda del mismo.
Y como el referente necesario donde concurren todos los valores somos nosotros
mismos en nuestra calidad de seres humanos en tanto que tal, vemos cómo nos
valorizamos, no en función de nuestra humanidad,
sino en relación a una coyuntura favorable del mercado, que demanda en un
momento dado ciertas habilidades consideradas útiles, no por otra razón sino
porque se demandan. Esto es: porque es una oportunidad de obtener beneficios
con ellas. De esta manera se habla, por ejemplo, de la «rentabilidad» de la cultura. Pero, asimismo, nos desvalorizamos como seres humanos si el mercado ya no nos considera
útiles. Y no sirve para enmascarar este hecho la retórica de los políticos,
que ponen todo su énfasis en declarar que en democracia todos somos iguales
ante la ley, pues el cuidado por la salud como un proyecto social realmente
igualitario, independiente de ofertas y demandas, es lo que de verdad nos
valoriza en esa dimensión como humanos en tanto que tal. Y eso, ni aún con el
denominado estado del bienestar, sucedió.
Pieter Brueghel, La cosecha de heno (1565) |
La vocación siempre es entendida en relación con una
determinada forma de quehacer, por
muy espiritual que ésta sea. Entendemos que se puede ser científico,
deportista, sacerdote, etc., etc. por vocación. Sin embargo los valores y la
vocación no suelen asociarse, cuando en realidad son ellos el fundamento de toda forma concreta de vocación.
Cuando decimos que los Valores son realidades hechas conscientes como imperativos de su
plena y permanente realización, estamos diciendo que un valor es realmente
un valor si su realización no significa agotamiento o conclusión, sino más bien
lo contrario, pues un valor cuanto más
alcanza su plena realización más se constituye en una meta de sí. Los
Valores, pues, no son realizaciones que han de concluirse sino que, por el
contrario, su fin, en la medida que alcanzan su plenitud, es la valoración permanente de
toda otra forma de realidad. Y es así como ellos mismos se autovalorizan. Ahora
bien, ¿en qué consiste el hecho de valorizar algo? Pues en diferenciarlo como
un ser cuya relación con él sea la
gratuidad. Esto es: que lo afirmemos
por él mismo.
Fotograma de «Matar a un ruiseñor» (1962) de Robert Mulligan |
1º)
Que la realización por ser plenitud en
el presente es a su vez nuestro proyecto de futuro.
2º)
Que todo lo relacionado con el objeto de nuestra
vocación ya no es mirado como algo instrumental, esto es: como un medio
para otra cosa, sino que se le mira por sí mismo.
3º)
Se busca siempre nuevas posibilidades
del objeto de la vocación.
4º)
Se concibe la vocación no como una actividad reducida al ámbito privado, sino
que se resalta el valor social de la
misma, por cuanto la valorización del objeto, dada en última instancia la unidad del Ser, es una forma de valorización universal. La valorización
de la cultura -término hoy tan degradado, debido a su mercantilización a través
del llamado turismo «cultural»- no es sino la valorización de todo quehacer propiamente humano que ,por lo mismo,
nos revela o hace presente nuestra humanidad. De igual manera que existen
antivalores, existe lo contracultural.
El descubrimiento de la estructura del átomo y el
poder de desintegrar el mismo, es un avance cultural, pero el hecho de construir
y arrojar dos bombas atómicas, basándose en tales descubrimientos, constituye
un acto de destrucción cultural que, como tal, es a su vez un acto de deshumanización
y tanto más cuando todavía se legitima
tal hecho por parte de aquéllos que lo perpetraron.
Alminar de la Mezquita de al-Mutawakkil, Samarra, Irak, s.IX |
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