«Para ejemplificar la polémica en torno al derecho y la justicia, Tucídides aprovecha un acontecimiento de las guerras del Peloponeso, el choque de Atenas con la pequeña isla de Melos (-416); la isla de Melos quería mantenerse neutral entre las dos potencias, Atenas y Esparta; Atenas exigía la adhesión de Melos; los atenienses conquistaron Melos, esclavizaron a los hombres y mataron a gran cantidad de mujeres y niños; antes se reunieron los embajadores de Atenas y de Melos y tuvieron un diálogo escalofriante que narra con todo detalles Tucídides.
Los argumentos que aducían los melios representaban lo que se podría llamar la opinión tradicional y religiosa, aquella que reza que las causas justas y razonables deben triunfar y prevalecer, porque así lo quieren los dioses. Tucídides llama a esta concepción la concepción tradicional y religiosa.
La otra, la mantenida por los atenienses, es la concepción realista, o la lógica del poder. Los atenienses dicen a los melios que el único derecho válido es el del poder; los fuertes lo imponen a los débiles; esto es así, siempre ha sido así y siempre lo será en el futuro. A esta concepción la llama Tucídides la concepción humana. Veamos cómo argumentaban los atenienses.
"Porque nosotros no os molestaremos con excusas de valor aparente -o bien haciendo valer nuestro derecho al poderío que poseemos, porque hemos rechazado a los persas, o bien afirmando que, si os atacamos ahora, es por el daño que nos habéis hecho- ni pronunciaremos largos discursos, que no serían creídos... Vosotros sabéis, como nosotros sabemos, que, tal como suceden las cosas en el mundo, el derecho es un tema del que tratan solo los que son iguales entre sí por su poder, en tanto que los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer... Así creemos que sucede entre los dioses, y respecto de los hombres sabemos que, a causa de una ley necesaria de su naturaleza, ejercen el poder cuando pueden.
No hemos sido nosotros los primeros en establecer esta ley ni los primeros en obedecerla, una vez establecida. En vigor la hemos encontrado y en vigor la dejaremos después de utilizarla. Solo la usamos, en el entendimiento de que vosotros y cualquier otro pueblo, de poseer el mismo poder que el nuestro, haríais lo mismo." (Tucídides, 5,89 y 5,105,2).
Estas pasmosas palabras dijeron los embajadores atenienses a los embajadores melios.»
Antonio Alegre, «Introducción. Las guerras del Peloponeso», en Tucídices, Historia de la guerra del Peloponeso, I, Barcelona, Orbis, 1986, pp. 12 y 13.
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