domingo, 6 de diciembre de 2015

DOS LENGUAJES INSTRUMENTALISTAS DEL SISTEMA: FILOSÓFICO Y ECONÓMICO.


Hemos querido traer aquí varios ejemplos de lenguaje actual que nos instrumentaliza, tanto en el ámbito de la filosofía como en el de la economía. El primero corresponde al de la filosofía postmoderna, que más que filosofía es ideología instrumentalista de mercado capitalista, que rige actualmente nuestras vidas, y cuyo destino está ligado a los intereses del capital. El autor es el ¿filósofo? francés J.F. Lyotard, y la cita corresponde a su obra La condición postmoderna. Por cierto, y para sorpresa nuestra, participantes de las concentraciones del 15M sentían verdadera admiración por dicho autor:

El Estado y/o la empresa abandona el relato de legitimación idealista o humanista para justificar el nuevo objetivo: […] el poder […].
La cuestión es saber en qué puede consistir el discurso del poder, y si puede constituir una legitimación […] el juego técnico, donde el criterio es eficiente/ineficiente. La «fuerza» no parece derivarse más que de este último juego, que es el de la técnica. (P. 98).
.
A partir del momento en que el saber ya no tiene un fin en sí mismo, como realización de la idea o como emancipación de los hombres, su transmisión escapa a la responsabilidad exclusiva de los ilustrados y de los estudiantes. (P. 107).  

Lyotard, La condición postmoderna, Barcelona, Planeta, 1993. (Las cursivas son nuestras)

Hablan los economistas:

           El economista Ludwig von Mises, en su libro Liberalismo, expone de una manera bien clara cómo la libertad y, por tanto, otros valores, están subordinados a la productividad del trabajo. Y no se nos debe olvidar que quien aquí habla es un “liberal”:

Quienes propugnaban la abolición de servidumbre, aduciendo argumentos de tipo humanista, quedábanse dialécticamente desarmados cuando se les probaba que, en muchos casos, la institución favorecía e interesaba también a los pobres seres esclavizados. Lógica era la perplejidad puesto que un solo razonamiento válido hay contra la esclavitud […], a saber, que el trabajo del hombre libre es incomparablemente más productivo que el del esclavo. (P. 39). 

L. Von Mises, Liberalismo, Barcelona, Planeta, 1994.

Aquí se expone bien a las claras que la mayor o menor libertad del trabajador dependerá de la productividad de su trabajo en relación a quien posee la propiedad de los medios y recursos necesarios para el trabajo; y será el Estado de los propietarios, se supone, el que en cada momento regule el grado de libertad necesaria para incrementar la productividad.

En el artículo de Hernández Iglesias «La remuneración de los factores II», incluido en la Enciclopedia práctica de Economía (Orbis, 1987), hay un apartado que se titula «Inversiones de capital humano». En él se nos dice:

La escuela es, sin abuso de lenguaje, una verdadera factoría de capital humano. En esta actividad productiva, los trabajadores son los maestros que enseñan a los alumnos que aprenden. En muchos casos, el capital físico complementario con las tareas educativas representa una parte menor del coste total de la enseñanza. En este sector productivo sucede también, como el resto del sistema económico en su conjunto, que la mayor parte del coste corresponde a la retribución del capital humano […].

Aquí se expone de una manera palmaria, aunque eso sí, “sin abuso de lenguaje, cómo el instrumento capital, pues el capital no tiene sentido por sí mismo, como cualquier otro instrumento, ha vampirizado hasta lo que puede considerarse la principal institución social, que, complementaria a la familia, no tiene o no debería tener otro fin que motivarnos y enseñarnos a ser lo que somos: humanos que no se comprenden sino con los “otros”, y los “otros” siempre somos todos. Y las habilidades técnicas o de cualquier otro tipo que han de ser enseñadas no pueden tener otro fin que reforzar y desarrollar nuestros sentimientos originales de sociabilidad.

Además, como sucede con la totalidad del lenguaje actual de la economía, carga “la mayor parte del coste”, cómo no, a la retribución del «capital humano». Pero se ha quedado corto, pues, en definitiva, todo coste puede ser reducido a retribución del trabajo humano. Que sepamos, a los lápices no les pagamos para que trabajen; y, asimismo, de igual manera que todo gasto es, en última instancia, una retribución de trabajo humano, aunque algunos no lo merezcan, todo lo producido en sociedad es también producto del trabajo humano, directa o indirectamente. 

La separación entre costes de capital físico y costes en retribución de “capital” humano puede tener sentido solo a efectos de una técnica: la contabilidad; pero, como diferenciación científica, en absoluto, pues no hace sino enmascarar la fuente de todo valor: el trabajo, a la vez que nos presenta a éste como “la mayor parte del coste”.

Conforme a todo lo expuesto hasta aquí, vemos cómo el lenguaje filosófico, por llamarlo así, otorga toda la legitimidad a la técnica y, como se sabe, la técnica es hoy el instrumento fundamental del capital, tanto para competir entre sí como capitalistas, como para competir entre sí como trabajadores para conseguir un puesto de trabajo. Es de sobra conocido esta última competición que lleva inexorablemente a la devaluación del trabajo, lo cual significa lo mismo que la devaluación del trabajador.

Como contrapunto a lo anterior, vamos a transcribir dos citas de los “tiempos oscuros” (como se suelen denominar, en contraste con la “luminosidad” de los tiempos actuales, a la Edad Media), donde de una forma breve se define a la mayoría de la clase trabajadora, que en aquel tiempo eran los campesinos; así como de dónde sale lo necesario de la vida y cómo realmente sale:

El código de Las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio define a los campesinos como «los que labran la tierra et facen en ella aquellas cosas porque los homes han de vivir y mantenerse». Indispensables, vamos. 
 

Asimismo, se dirá, en el siglo XIV, en una reunión de Las Cortes de Castilla y León, refiriéndose al origen de las rentas de la corona: «Todo sale de cuestas e sudores de labradores». ¡Y eso que faltaban cinco siglos para que naciese K. Marx!

Por último, citaremos a G. W. F. Hegel, filósofo de los siglos XVIII y XIX, que ha sido estigmatizado como “totalitario” por los postmodernos como Lyotard o los liberales como el citado L. von Mises: «Este es el infinito derecho del sujeto: que se encuentre satisfecho de sí mismo en una actividad y trabajo». Claro está, está pensando en el sujeto social, ya que para Hegel el trabajo es tanto universal como singular, a diferencia del individuo abstracto del totalitarismo instrumental del capitalismo, para el cual el trabajo siempre es abstracto.

Francisco Almansa González

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