El pasado día 22 de junio se celebró en Sevilla la Asamblea 'Las espiritualidades y el 15M' cuya iniciativa partió de la Asociación Iniciativa Cambio Personal-Justicia Global. Dicha Asamblea se convocaba con el objetivo de plantear básicamente dos preguntas: "¿En qué nos interpela el Movimiento 15M a las diferentes tradiciones, organizaciones, instituciones, grupos, colectivos o movimientos de espiritualidad?" y "¿Qué podemos aportar desde la espiritualidad?"
La Asociación Aletheia acudió a la misma con algunas propuestas que son las que a continuación exponemos:
«Una de las preguntas fundamentales planteadas en este encuentro que ahora celebramos es la de qué puede aportar la espiritualidad al llamado Movimiento 15M, que ahora se desarrolla. Una pregunta, no obstante, que puede hacerse extensiva al mundo actual en general, en profunda crisis, y cuyos fines son casi siempre sólo inmediatos. Pues bien, a este respecto, hay que tener muy en cuenta que las grandes tradiciones espirituales han sido siempre forjadoras de fines. Se han fijado siempre, por tanto, grandes metas. Uno de los fines establecidos por el cristianismo, por ejemplo, ha sido el establecimiento del Reino de Dios en este mundo, lo cual ya supone una fuerte llamada a la implicación y el compromiso, desde los principios evangélicos, en las realidades inmanentes. Cabe deducir, por lo tanto, que lo que puede y debe aportar la espiritualidad son, sobre todo, nuevos fines; guías claras para nuestra vida. Ahora bien, nos preguntamos: ¿cuáles deben ser estos fines? ¿En qué deben consistir principalmente? A nuestro parecer, estos fines y guías, en el contexto del mundo actual, deben ser, exclusivamente, aquellos que nos humanizan.
De lo anterior se deduce, por tanto, que todas las propuestas (tanto las puramente “espirituales” como las que parten desde otros ámbitos) que no conduzcan a dicha humanización carecen de valor en relación al Movimiento ciudadano que ahora nos ocupa. Pero, ante esto, debemos preguntarnos: ¿Qué es lo humano? ¿Es humano un sistema que, con el fin del lucro de unos pocos, condena a la inmensa mayoría a trabajos que alienan y embrutecen, impidiéndoles su propia realización como seres singulares? ¿Es humano si, aun existiendo sobradamente recursos disponibles para todos, vampiriza sistemáticamente tanto la naturaleza como el trabajo, y, en relación a este último, tanto el necesario para la subsistencia como el vocacional o libre, que recae generalmente en unos pocos por azar? Nuestra respuesta es que no, que no lo es. Por el contrario, cabe decir, como contraste, que todo poder original, o sea, verdaderamente revolucionario, ha sido siempre el que ha pugnado por sacar a la masa del anonimato, luchando por devolver a todo ser humano la dignidad que le corresponde.
Por tanto, la misión de lo espiritual es, a nuestro modo de ver, llevar a cabo una labor activa de humanización, trascendiendo de esta forma vías exclusivamente personales o subjetivas. Es esta la manera, según creemos, cómo lo espiritual debe implicarse en el mundo o entrar en la esfera de lo inmanente. Lo espiritual, pues, consistiría en la búsqueda de los poderes humanos auténticos. En consonancia con lo anterior, sería labor de lo espiritual, pues, el planteamiento del problema del fundamento de la legitimidad de todo poder. Si consideramos que existe una actitud espiritual allí donde un ser humano afirma a otro como un fin en sí mismo, y que falta absolutamente donde se le utiliza como un medio, cabe entonces plantear si no son formas ilegítimas de poder todas aquellas que nos utilizan, que nos emplean, de una u otra manera, como medios (somos puramente mano de obra intercambiable o consumidores desde el punto de vista de la producción y electores manipulables desde el político, por no citar otras formas de manejo humano aún más burdas o brutales, también a la orden del día). De esta forma, lo que puede la espiritualidad aportar a este movimiento es, a nuestro parecer, una nueva Palabra que, a la vez que sea conciliadora, cuestione toda forma ilegítima de poder, ya que el verdadero espíritu es aquél que busca un nuevo poder original para el cual todos sus fines son relativos al fin último siempre presente: el presenciarnos como fines originales o fines en sí mismos. Se trata de superar, de esta manera, las formas actuales de poder -opacas por estar mediadas por el control de los medios, siempre concentrados en unas pocas manos-, para pasar a un poder transparente, llamado así por estar centrado en el poder de los seres humanos en tanto que seres conscientes, para los cuales los medios sólo sirven.
Se deduce de todo lo anterior, a nuestro modo de ver, de una nueva exigencia en el actual proceso reivindicativo que estamos viviendo, planteada desde la propia conciencia espiritual: la necesidad de aspirar , sobre todo, a una vida plena y digna -que es a la que todo ser humano tiene completo derecho. En otras palabras: lo elemental nos pertenece y no debe mendigarse, y mucho menos legitimar a los actuales poderes pidiéndoles que nos concedan lo que ya por derecho es nuestro. Se trata de erradicar el absurdo de que, para adquirir lo más necesario, se tiene que producir lo superfluo. Nuestro nivel reivindicativo debe hallarse, pues, en consonancia con una nueva conciencia superior de la dignidad humana.
Hacemos aquí algunas propuestas de reivindicaciones que son, a nuestro parecer, esenciales en cuanto se encuentran en consonancia con nuestra naturaleza de seres llamados a gozar de una libertad plena:
-El ser humano y la naturaleza deben erigirse en patrones fundamentales de una nueva economía. Quiere esto decir que toda producción de bienes materiales, así como las formas de distribución y cambio inherentes a la misma, deben ser sólo relativas a la afirmación de la singularidad humana (corporal, psicológica y espiritual) y natural, considerada la primera tanto al nivel del individuo como al nivel del Nosotros.
-Puesto que todo el proceso de la vida social se sustenta con la energía humana (fuerza de trabajo) consumida en el trabajo humano necesario para el mantenimiento de dicha vida social y con la energía tomada de la naturaleza, el objetivo ha de ser el de restituir a ambos sistemas a sus condiciones óptimas iniciales. No se puede gastar más energía que aquella que permite la regeneración óptima del sistema.
-La restitución de la fuerza de trabajo en su estado óptimo (que debe cuantificarse objetivamente y ser universal, se trabaje o no), debe constituir, asimismo, el límite a la hora de recibir o tomar de los recursos sociales. Y ya que la vida digna consiste en tomar lo justo para poder dar lo mejor de sí mismo -porque la dignidad reside no en recibir, sino en poder dar- lo anterior excluye de antemano cualquier acumulación, en beneficio privado, de medios o recursos sociales por encima de dicho límite, porque esto siempre implica la utilización de otro como medio. La persona humana es -y, por tanto, así debe considerarse a todos los efectos- un fin en sí misma, de lo que se deduce que los medios de producción no pueden ser monopolio privado. Los medios de producción deben estar a disposición de todos, no sólo para cubrir carencias físicas, sino para el desarrollo de las personalidades humanas.»
4 comentarios:
Coincido con los planteamientos que exponen, pero he de hacerles notar algo que me parece que no tienen en cuenta, no solo en esta exposición, sino también en las anteriores que he podido leer en este su interesante blog que, como saben, suelo leer con cierta asiduidad.
A lo que me refiero es a olvidar, a la hora de hacer planteamientos generales para la consecución de una vida personal fecunda y solidaria y, como consecuencia, una vida social igualmente enriquecedora, a olvidar, digo, que los seres humanos, como tales, no nos encontramos ninguna en el mismo periodo de evolución como tales. Creo que todos coincidimos en que, a diferencia del resto de los seres vivos que conocemos, el ser humano es un caso excepcional. Es un ser vivo no concluido, no terminado. Pondré ejemplos para explicarme. Un león, por poner un caso, es un león, y todos los leones son leones, es decir, básicamente iguales, siguiendo los mismos patrones de vida y de conducta.No han de investigar si es el correcto o no, ni si deberían cambiar de forma de ser, si su comportamiento con sus congéneres es justo o no, ni tampoco tienen dudas acerca de cómo comportarse con otros animales. Si son comestibles, son comida, si no, carecen de interés, salvo que supongan una amenaza para su especie.
No quiero decir con esto que no lleven en sí su propia línea evolutiva, como todo ser vivo, desde una ameba a una galaxia. Pero el ser humano... no es un ser terminado, es solo un proyecto necesario para el plan general de evolución, aunque desconocemos los motivos de ello.
En todas las antiguas tradiciones se explica esta circunstancia, generalmente por simbolismos o mitos. Así, el ser humano, inicialmente sin conciencia de sí mismo, fue llevado, a través de la entrega de algo, a llegar a ser un ser consciente y libre, por lo que comenzó así su camino hacia el ser humano completo. Se nos cuenta que Prometeo, en contra de los designios de los dioses, entregó al hombre el fuego divino, la chispa mental, que aún no le correspondía. Esto dio lugar a un ser nuevo en la creación, un ser a semejanza de los dioses pero que partía de ser solo un animal. En otras tradiciones encontramos lo mismo. En el Génesis hebreo se nos cuenta cómo, creado por Yahvé a su propia semejanza, le fue prohibido tomar frutos del árbol del bien y del mal, es decir, del fruto de la conciencia. A semejanza de Prometeo, la serpiente convenció al ser humano comer de dicho fruto, lo que provocó que tomara conciencia "de que estaban desnudos", es decir, se vieron por primera vez a sí mismos, y comprobaron que nada propio tenían como seres nuevos. La expulsión del paraíso nos muestra cómo debería, a partir de entonces, buscar sus maneras de alcanzar por sí mismo, y libremente, las condiciones de su propia divinidad, la conciencia y práctica de su condición divina potencial. Según se dice, esto ocurrió hace nueve millones de años, cuando se les asignó algo así como "tutores" para que le orientaran en ese tortuoso pero glorioso destino.
Encontraremosla misma historia en cualquier otra tradición civilizatoria ancestral de cualquier lugar del planeta, desde que el hombre existe.
¿Y por qué explico esto, y qué tiene que ver como lo que planteé al comienzo?
Seguiré...
Continuación...
Lo explico porque es preciso partir de ello para poder hacer luego cualquier planteamiento sobre las mejores maneras posibles para una mejor evolución del hombre y, consecuentemente, hacerlo socialmente, es decir, conjuntamente con los demás seres humanos, que siguen igual camino.
¿Qué implica esta peculiar situación del ser humano en el conjunto del Universo? Pues, a mi parece, algo sumamente importante a la hora de descubrir los fines y los medios para conducir su vida, en medio del aparente caos de la humanidad y de los hombres. Y es que, así como todos los leones son prácticamente iguales en fines y medios de vida, los hombres son todo lo contrario, es decir, diferentes unos de otros, dispares y muchas veces opuestos entre sí. Esto es debido a la libertad que les fue concedida y a su ignorancia de las leyes naturales.
Así que, plantear fines y medios de vida iguales para todos los hombres de una sociedad es algo que, según las circunstancias explicadas, no es natural, ni siquiera es posible, ni de sentido común. Hacer llevar a los hombres simples la vida de los hombres sabios sería un enorme castigo para ellos, ya que les resultaría enormemente duro y además no entenderían por qué razón deberían de vivir de esa manera. Lo adecuado, según mi entender, sería buscar un sistema social que permitiera a cada uno progresar desde su propio nivel evolutivo, y esto es ya otra cuestión.
Decía Platón que un buen zapatero es mejor que un mal rey. Y creo, así, que si un zapatero se empeña en ser rey, será un mal rey, al igual que si un rey quisiera hacer de zapatero, es seguro que sería un mal zapatero. Según entiendo, el sabio griego quiso decir que cada cual a lo que le es propio, pues cada hombre se ennoblece y se hace digno de serlo cuando aporta a los demás lo mejor de sí mismo.
Según el planteamiento evolutivo de la conciencia, cada ser humano se encuentra en un estadio determinado, desde el que debe ampliar su conciencia y su valor como tal ser humano, y la sociedad que lo ampare debe garantizarle y proporcionarle los medios para que puede cumplir su destino propio y único. Pero, en cambio, un planteamiento social que trata de igualar a todos los hombres y exija lo mismo de cada uno sería injusto, pues no todos pueden aportar lo mismo como tampoco todos necesitan lo mismo.
La justicia, así, consistiría en demandar a cada cual lo mejor que puede dar a la sociedad y en facilitarle los medios para que su condición de ser puede mejorarse día a día.
Un cordial saludo.
Querido amigo:
En principio coincidimos en que, evidentemente, no estamos todos en el mismo nivel de evolución, y que en una sociedad como la nuestra donde la evolución se identifica con el aumento del I+D, tanto los que imponen ciertas pautas de “progreso” como los que se someten a ellas están condenados al fracaso, o sea, a no evolucionar. De ahí que nosotros hagamos tanto hincapié sobre el concepto de singularidad solidaria. En primer lugar, porque cada uno tiene que buscar, por decirlo así, su propio destino, hasta llegar a ser el que es, o, como tú dices, pasar de su condición divina potencial a realizarla. Como singularidad, evidentemente no va a competir con los otros por esto, porque se compite cuando nos adocenamos. En cuanto a lo de solidaria, estamos diciendo con ello que solamente los que están más evolucionados relativamente están en mejores condiciones para facilitar a los otros que busquen y encuentren su destino, porque el esfuerzo tiene que hacerlo cada uno en última instancia.
Esta realidad relativa a los diferentes grandes de evolución y la conciencia de la misma no tiene nada que ver con una sociedad de clases, en la que tanto la singularidad como la solidaridad están en cuestión, porque en el fondo se compite. Y no es propio de nuestra condición divina el desvalorizarnos queriendo ser más que el otro. La verdadera distinción que hay que tener ahora en cuenta es aquella que nos permite reconocernos como seres con un mismo destino colectivo. De ahí que la solidaridad ontológica, espiritual, como se la quiera llamar, sea un “motor” de la historia, casi siempre para unos pocos; pero por otra parte ese destino colectivo lleva una exigencia, y es que cada uno acabe haciéndose dueño de su propio destino individual, aunque unos vayan por delante de otros. De ahí nuestro principio que rige como ley ética y, a su vez, a nuestro parecer, como realidad ontológica última: el que la afirmación de la singularidad de cada uno implique la afirmación de la singularidad de los demás, y no la niegue. Esto en realidad rige para las diferentes especies en la naturaleza, no para los individuos. Hoy, con la profundización de los estudios ecológicos, se nos revela que cada especie es una singularidad natural que al afirmarse ella misma afirma la singularidad de las demás. En las sociedades alienadas, los hombres actúan como las especies en la naturaleza: se cosifican en funciones sociales, y aparecen los hombres “león”, así como también toda clase de parásitos. Sin embargo, creemos que este no es el fin, sino que cada hombre es una especie. Por eso lo llamamos singularidad; pero una singularidad que necesita a los otros, y que los otros necesitan. No se trata, no obstante, de una necesidad interesada, sino una expresión de nuestra indisociable unidad de destino.
Potenciar la conciencia es la clave, a nuestro parecer, de toda la evolución. En eso estamos completamente de acuerdo. Por eso una de las cuestiones más importantes, a nuestro entender, es que la conciencia profundice en sí misma, y cuando tal cosa hace se revela como conciencia amorosa, conciencia creativa y conciencia afirmativa.
Recibe un cordial abrazo.
Queridos amigos,
coincido con su pensamiento palabra por palabra y concepto por concepto.
Es posible que a todos nos convenga profundizar en el mito de la caverna del divino Platón. Creo que arrojaría mucha luz sobre los ideas que tratamos de aprehender y tratar de plasmar para el bien de los hombres como individuos (singularidades), así como para la humanidad (singularidad de la especie humana), cuyos destinos son inseparables e igualmente nobles y gloriosos en su plasmación.
Un fuerte abrazo.
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