miércoles, 21 de septiembre de 2011

LA POLITICA DE LA INTERDEPENDENCIA: PETER COYOTE


 





(En AA.VV., Política con conciencia. La alternativa buddhista para hacer del mundo un lugar mejor, Kairós, 2010).1

«Habitualmente, la palabra política significa la "competencia entre distintos grupos o personas con intereses rivales en busca de poder y liderazgo". Ésta es, de hecho, la cuarta entre las ocho definiciones de la palabra recogidas en la tercera edición del diccionario internacional Webster. La primera definición, que me parece más útil, define la política como el "arte de regular y ordenar las relaciones entre individuos y grupos en una comunidad política". Las palabras regular y ordenar enfatizan la idea de relación e interdependencia, mientras que competencia implica dominación y jerarquía.

Las relaciones y la interdependencia "surgen en dependencia mutua", el núcleo de la comprensión del Buddha. Esta comprensión central implica ciertos procedimientos y objetivos en cuanto al ejercicio de la política que podrían modificar de forma beneficiosa nuestra forma actual de entenderla y, por lo menos, nos ofrece la oportunidad de considerar el ejercicio de la política desde la perspectiva del Buddha.

El primer principio podría expresarse de este modo: las acciones y las soluciones políticas deberían ofrecer a todos los seres la mayor oportunidad de realizar sus destinos evolutivos (en este contexto, por "seres" debería incluir a los insectos, las plantas, los animales y la tierra misma). En la práctica, ello comporta tener en cuenta las necesidades de todos los seres al evaluar los objetivos y las estrategias de la política. Decir: «No puede haber más fábricas en tal y tal lugar», es una negación categórica que genera conflicto, puesto que habrá gente que necesitará el trabajo y otros que necesitarán los productos. Un tipo de afirmaciones alternativas e inclusivas sería el siguiente: «Necesitamos fábricas y centrales eléctricas, pero tendrán que construirse de un modo que no sea dañino. Además, deberán ubicarse allí donde los intereses de las plantas, los animales y los seres humanos no se vean afectados de forma negativa, y sus productos deberán venderse a un coste que no oprima a aquellos que los necesitan para su supervivencia». Esto comporta un mayor grado de complejidad y resolución de conflictos, lo que, a su vez, comporta una mayor participación.

El segundo principio podría ser el siguiente: si no hay individualidad, no hay diferencia. Nuestro "oponente", por muy desagradable que sea, está destacando un aspecto de la mente que puede resultarnos difícil de aceptar, pero un aspecto que debe comprenderse y afrontarse si queremos avanzar. Sólo podemos acercarnos a la situación desde la intimidad. La resistencia aumenta la fuerza (como sucede en el gimnasio) y sólo endurece la posición de nuestro adversario. Por el contrario, la consideración detenida del primer principio sacará a la luz y pondrá de manifiesto los "intereses" y los deseos contrarios del defensor. Estos intereses deben reseguirse hasta sus raíces en nuestra propia psique hasta que podamos encararlos sin el enfado y el juicio de valor que infravalora a nuestro oponente. Si actuamos de este modo, como mínimo obtendremos el respeto de aquéllos con los que nos enfrentamos y este respeto incrementa la intimidad y el sentido de relación, el objetivo profundo de todo ejercicio político. 

El tercer principio podría ser éste: los procedimientos y las soluciones que comprometen la dignidad (el "valor intrínseco") de nuestro oponente comportan dominación y jerarquía, no relación. En consecuencia, deberían ser excluidos del discurso político.

Resulta difícil imaginar que pueda producirse mucho daño con una práctica concienzuda de estos principios. Nada funcionará en todas las situaciones y un corolario de cualquier ejercicio político debe ser: "Nadie gana siempre". Puesto que los efectos están fuera de nuestro control, lo que sí podemos controlar son nuestras intenciones y nuestra propia conducta. Si cumplimos con estos tres principios, configuraremos el mundo que deseamos construir a través de la política y esto jamás puede considerarse como una derrota.»

(pp. 137-139)

1 Peter Coyote es escritor, actor, buddhista comprometido y autor de Sleeping Where I Fall.

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