miércoles, 11 de abril de 2012

APORTACIÓN DE ALETHEIA Y OPCIÓN TRANSPARENCIA AL ENCUENTRO DE ESPIRITUALIDADES CELEBRADO EN SEVILLA EL 11 DE FEBRERO DE 2012.


  Con motivo de la convocatoria del II Encuentro de Espiritualidades a celebrar en Sevilla este domingo día 15 en el salón de actos de la Residencia Geriátrica Ntra. Sra. de la Consolación (Avda. de Coria nº 10. Triana-Tardón) de 10:00 a 14:00 horas (más información en encuentroespiritualidades@gmail.com), trascribimos aquí la que fue nuestra aportación al primer encuentro celebrado el pasado mes de febrero. Fue la siguiente:
 
       Nuestra vivencia de la espiritualidad es la de un proyecto de humanización universal en el que el espíritu lo concebimos como una presencia que nos vivifica permanentemente en la realización de ese proyecto. Tal presencia vivificadora es la que, desde nuestra experiencia, opera el “milagro”, por decirlo así, de ir más allá de nosotros mismos, y hasta de olvidarnos de nosotros mismos, y, sin embargo, tener un sentimiento más profundo de nuestra mismidad.
Otra vivencia de la espiritualidad -que, creemos, experimentamos hoy todos en la actualidad- es la de sentirse en una especie de «situación límite». En esta ocasión, sin embargo -a diferencia del existencialismo, que pone el acento en la situación personal-, esta situación es de carácter colectivo, y en ella debe hacerse la elección trascendental de ser nosotros mismos para dejar atrás al hombre postmoderno que había negado cualquier identidad humana, con lo que finalmente resulta válida cualquier identidad. 
    Experimentamos asimismo la espiritualidad como el ejercicio de la soberanía de la conciencia sobre la materia. Esto significa que las decisiones del ‘tener’ –que son las decisiones “interesadas”- han de subordinarse a las elecciones del ‘ser’, que son las auténticamente libres. Esto no quiere decir otra cosa que las realizaciones que elijamos serán las que tengan valor por sí mismas, pues el espíritu está representado precisamente por lo que tiene valor en sí mismo. De esta manera, lo que llamamos realidad profana o secular se subordina a la realidad espiritual. Dicho de otra manera: en la medida que un ser humano tiene valor por sí mismo está viviendo el espíritu en él; por lo tanto no puede ser utilizado. De aquí se desprende una ley moral: que las experiencias del espíritu, si son auténticas, siempre nos impedirán utilizar al otro como un medio. Con esto vemos una relación permanente entre lo espiritual y lo práctico en cualquiera de sus facetas: no hay dos mundos, sino un mundo jerarquizado en el que lo espiritual libera, nos hace justos y soberanos de nuestros actos.
   En efecto, pensamos que el sentido es inherente al espíritu en toda realización. Todo aquello que se realiza por sí mismo tiene sentido como tal, y por tanto es algo que pertenece en gran medida al espíritu. Éste es, por tanto, una fuente de sentido de toda realización. Un mundo al que no se le ve sentido es un mundo absurdo, y a la vez sujeto a la necesidad, pues toda realización está en función de otra. Esto es, a nuestro modo de ver, carencia de espíritu. Se trata del mundo del tener, y ‘tener’ significa ‘retener’ y ‘obtener’, mientras que el espíritu es gratuidad.
  Y si decíamos que nuestra espiritualidad constituye un proceso de humanización universal, para nosotros humanizar es desarrollar aquellas dimensiones del ser que nos constituyen, y que son el amor afirmador de la singularidad del otro o de lo otro, la voluntad de ser sí mismo porque ser único es ser irrepetible, y, como pensamiento, voluntad de verdad (creemos en la verdad y la buscamos). Además, en nuestra dimensión trascendente en tanto que conciencia-fin nos percibimos como uno en todos los cambios y en todas las diferencias. Todo ello sin olvidar tampoco el cuerpo, que es otra dimensión que es un presente natural por el cual somos iguales. Así pues, como conciencia somos únicos, como cuerpo iguales, y como espíritu somos uno.
 

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...