Sobre trabajadores "tiempo-enteros" o "medio-tiempos" y otras cuestiones.
¿Qué ocurre cuando el trabajo humano es considerado un medio para la obtención de un beneficio económico? ¿No es el trabajo algo consustancial a la persona humana, que no admite, por tanto, su instrumentalización? La cuestión es seria, porque no está referida a la conveniencia o no de compensar tal "empleo", dicha cosificación -cosa, por otro lado, cada vez más difícil, porque el capitalismo encuentra cada vez menores frenos a su actividad depredadora- sino en considerar la cuestión en sí misma: ¿es el ser humano un instrumento? Y, en esta cuestión, no valen medias tintas.
A este respecto, hemos rescatado unos jugosos párrafos del un artículo del teórico marxista español Manuel Sacristán, en los que nos recuerda, a través de los estudios de Marx al respecto, la «codicia ciega», «el hambre propia de fiera corrupta» (Marx), que es intrínseca al capitalismo, sean cuales fueren los ropajes que pueda adoptar. No tienen desperdicio:
Los descargadores de Arles (1889), Vicent Van Gogh |
«Esta cuestión, a la que Marx ha dado mucha importancia, pero que, sin embargo, se recuerda poco al considerar su obra, indica una conciencia bastante acertada de la importancia social de lo que se podría llamar indicadores biológicos; Marx ha estudiado con interés las estadísticas militares de Centroeuropa (principalmente de Alemania) y de Inglaterra. Con ellas consigue una significativa curva de la disminución de la estatura media de los mozos llamados al servicio militar, en correlación con la instauración del capitalismo en esas regiones. Ciertamente, todas las frases de Marx a este respecto rezuman connotación moral, porque sus análisis no son casi nunca descriptivos, sino que suelen ir cargados de pasión ética y política. En el libro primero de El capital y en el mismo capítulo octavo está la célebre metáfora según la cual el trato que recibe la fuerza de trabajo en el capitalismo, la depredación capitalista de la fuerza de trabajo, se puede comparar con el que se daba a las reses en el Río de la Plata, pues en aquella zona abundante en ganado se sacrificaba frecuentemente a las reses solo por la piel, despreciando la carne sobreabundante. Rebuscando en los Libros Azules del gobierno inglés y en otras fuentes estadísticas o descriptivas, Marx encuentra documentación de la degradación y depredación de la fuerza de trabajo: por ejemplo, la costumbre inglesa, todavía en los años cincuenta del siglo pasado, de llamar a los obreros "tiempo-enteros" o "medio-tiempos", según la edad que tuvieran y, consiguientemente, según el horario en que pudieran trabajar de acuerdo con la limitación de la jornada de trabajo de los niños.
H. Daumier, Vagón de tercera clase (1865). |
Marx no ha estudiado sólo ese plano de la ecología humana que se podría llamar ecología de la fuerza de trabajo en condiciones capitalistas tempranas; también ha considerado desde el mismo punto de vista algunos aspectos de la vida cotidiana (...). (...) por lo que hace a la alimentación, Marx parece haber sido el primer científico social que ha tratado de un modo no exclusivamente médico, sino político, el problema de las adulteraciones, uniendo dos tradiciones separadas: la acción de los gobiernos y los nuevos conocimientos bromatológicos. Marx se basa en buenos estudios previos de la adulteración de alimentos, principalmente debidos a químicos ingleses, alemanes y franceses, pero da a los datos un nuevo tratamiento político-social. Así, por ejemplo, ha estudiado sociológicametne la adulteración del pan en la Inglaterra de la primera mitad del siglo pasado, época en la cual trabajaban panaderos llamados "de precio completo" y panaderos "de medio precio"; los primeros servían pan de harina sin mezclas; los segundos, pan de harina mezclada con sustancias de gran peso, como el alumbre o la arena. (Por cierto que el análisis por Marx de las adulteraciones de los alimentos destinados a la clase obrera en el joven capitalismo inglés y centroeuropeo permite apreciar causas muy parecidas a las que posibilitaron el escándalo del aceite de colza desnaturalizado en la España de los años setenta de este siglo. En los dos casos la motivación es la misma: obtener productos que abaraten la fuerza de trabajo, productos que al entrar en la cesta de consumo del trabajador le permitan subsistir con el salario más bajo posible; ésa fue la motivación del pán inglés "de medio precio" y de la autorización del consumo de aceites que no fuera de oliva en la España de finales de los años cincuenta de este siglo, también en el momento de empezar un período de industrialización.
Todos esos intereses de Marx componen un cuadro de crítica política-ecológica; y cuando los desarrollos de ese tipo no eran descriptivos o analíticos, sino que se presentaban como tesis, eran todavía más radicales. Por ejemplo, tanto Marx como Engels habían considerado como cosa obvia que en una sociedad socialista las grandes ciudades tienen que ser abolidas (...)».
Manuel Sacristán (2009), Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Diario Público, Icaria, 184-187.
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