El que reproducimos a continuación es un texto extraído de un libro de entrevistas a Noam Chomsky: La era Obama y otros escritos sobre el imperio de la fuerza. En él aparece un notable pasaje histórico que, como él mismo dice, no aparece nunca en los libros de historia, y que vincula estrechamente la política británica con el imperialismo de naturaleza racista. Es éste:
Winston Churchill (1874-1965) |
«Tomemos el ejemplo de los kurdos. ¿Qué hicieron los británicos con los kurdos? He aquí una pequeña lección de historia que no se enseña en las escuelas inglesas, pero que conocemos gracias a documentos desclasificados. El Reino Unido había sido la potencia dominante del mundo, pero la primera guerra mundial debilitó su poderío. Cuando se examinan los documentos internos secretos, se descubre que después de la guerra los británicos estuvieron debatiendo cómo iban a continuar gobernando Asia ahora que no tenían fuerzas militares suficientes para ocuparla realmente.
La propuesta era optar por el poderío aéreo. La fuerza
aérea era entonces algo incipiente, surgido a finales de la primera guerra
mundial. Y la idea era usar la fuerza aérea para atacar a la población civil.
Se les ocurrió que sería una buena forma de reducir costos de aplastar a los
bárbaros. Winston Churchill, que entonces era ministro para las colonias, pensó
que eso no era suficiente. Recibió una petición del mando de la fuerza aérea de
El Cairo solicitándole autorización para usar gas venenoso, y aquí cito
textualmente, "contra los árabes recalcitrantes". Los árabes recalcitrantes
de los que estaban hablando eran en realidad kurdos y afganos, no árabes, pero,
como sabéis, de acuerdo con las normas racistas, todo aquel a quien se quiere
matar es un árabe. Así que la cuestión era: ¿Debemos usar gas venenoso? Tened
presente que estamos en tiempos de la primera guerra mundial: el gas venenoso
era entonces lo último en atrocidades. Era lo peor que alguien podía imaginar.
Pues bien, este documento circuló por el Imperio
británico. El Ministerio de la India se oponía, pues consideraba que el uso de
gas venenoso contra los kurdos y los afganos podía causar problemas en la
India, donde ya tenían bastantes problemas. Habría levantamientos, la gente se
pondría furiosa, etc. En Inglaterra no iba a importarle a nadie, por supuesto,
pero en la India sí. Esto indignó a Churchill, que dijo:
No entiendo estos escrúpulos
respecto al uso de gas... estoy totalmente a favor del uso de gas venenoso
contra las tribus incivilizadas... No hay necesidad de usar los gases más
letales; pueden emplearse gases que causen grandes inconvenientes y propaguen
un terror intenso sin causar efectos permanentes graves en la mayoría de los
afectados... No podemos consentir bajo ninguna circunstancia que no se utilice
cualquier arma disponible para conseguir terminar con rapidez el desorden que
prevalece en la frontera.
Eso salvará vidas británicas.
Usaremos todos los medios que la ciencia ponga a nuestro alcance.
Pues bien, esa es la forma de lidiar con los kurdos y los
afganos cuando eres británico. ¿Qué pasó después de eso? Pues lo cierto es que
no lo sabemos con exactitud. Y la razón por la que no lo sabemos con exactitud
es que hace diez años el gobierno británico instituyó lo que se denominó una
política de "apertura gubernamental" para hacer más transparente su
funcionamiento, ya sabéis, para fomentar la democracia y que la población sepa
lo que hace su gobierno. Y el primer acto de esta política de apertura
gubernamental fue sacar de los Archivos Nacionales (y, posiblemente, destruir)
todos los documentos relacionados con el uso de la fuerza aérea y el gas
venenoso contra los árabes recalcitrantes, es decir, contra los kurdos y
afganos. De modo que tenemos la fortuna de no tener que saber con exactitud
cuál fue el resultado de este pequeño ejercicio churchillian.
Los británicos, en cualquier caso, se salieron con la
suya. Hubo muchos tratados de desarme en esta época. En esos años, después de
la primera guerra mundial, se hicieron muchos esfuerzos para reducir la guerra
y demás. Los británicos consiguieron minar todo intento de prohibir el uso del
poderío aéreo contra la población civil. Los grandes estadistas británicos
estaban muy satisfechos con este éxito. En 1932, en un documento interno, ese
famoso y honorable estadista que fue Lloyd George elogió al gobierno por haber
logrado, una vez más, bloquear cualquier límite para el uso de la fuerza aérea:
"insistimos en reservarnos el derecho de bombardear a los negratas",
dijo. Sí, así se hace. Y ese es el Reino Unido, la otra gran democracia.»
CHOMSKY, Noam (2011), La era Obama y otros escritos sobre el
imperio de la fuerza, Pasado&Presente, Barcelona, pp. 125-127.
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