Hay una prueba para saber si comprendemos bien algo.
Consiste en explicárselo a tu abuela mayor.
Si lo comprende es que nosotros lo hemos comprendido también.
Albert Einstein
Esta prueba que nos propone el Sr. Einstein es definitiva. Lo más complicado, si se comprende, puede explicarse en el lenguaje más sencillo.
Probad a explicar a vuestro hijo de cinco años quién es Dios, o porqué amáis a su madre, o porqué existe el trabajo. Si él consigue entenderlo es que vosotros lo comprendéis. Si no… lo más probable es que no lo comprendáis, y la causa más probable es que nunca os lo planteasteis. Por algo son incómodas las preguntas de los niños. Y esta incomodidad que producen es la causa de la pérdida de tantos filósofos precoces.
Generalmente el asunto termina con un: “Niño, porque sí, y ya está.” Ahí acaba la vida de un buscador de la verdad de las cosas. Semejante asesinato de la curiosidad es el germen de futuros adultos que nunca se preguntan nada. Y si no se preguntan nada, nada comprenderán nunca.
Hoy la comprensión es algo en verdad raro. Hay mucha gente que cree que sabe cosas, y que además las comprende, y lo creen simplemente porque han leído libros. Si esto funcionara así, podríamos comprender perfectamente el pensamiento de Platón, gracias a que sus escritos están publicados en casi cualquier idioma.
Pero… no basta leer. Leer sabe un chico con, digamos, diez o doce años. Pero comprender… puede ser cuestión de una vida. Y a veces una vida solo alcanza para comprender muy escasas cosas importantes. E incluso a veces para no comprender ninguna, es decir, nada.
Últimamente he recibido muchos emails con una pretendida respuesta de S. Freud a una pregunta de una pretendida alumna, o entrevistadora. Es como sigue:
- Doctor, usted que es un eminente psicoanalista, ¿Cómo cree que debe ser un ser humano válido como tal?
- En mi opinión, responde Freud, alguien que sabe amar y trabajar.
El simple deduce de ello que es fácil ser un ser humano válido. Al fin y al cabo solo es necesario amar y trabajar, y yo ya trabajo y amo a mi mujer y a mis hijos, y también a mis amigos. Así que ya está.
Si todo fuera tan sencillo… Pero aprender a amar y a trabajar no lo es, como no lo es nada de lo que es importante y decisivo en nuestras vidas. En el camino a lo real no hay nada regalado, todo debe conseguirse con nuestro trabajo. De reflexión, de asunción de nuestra ignorancia, de auténtica humildad, de paciente trabajo, de experiencias, de amplitud de miras, de… de muchas cosas.
No somos sabios por naturaleza. Llegar a ser sabio, al que le interese esto, claro, es una carrera muy larga. Si llegar a ser médico, ingeniero o arquitecto toma cinco o diez años, llegar a comprender lo esencial de la vida ¿cuánto nos tomaría? Posiblemente la vida entera.
¿Cuántos años de intenso trabajo, de estudios, de reflexión, de prácticas en su profesión creéis que necesitó S. Freud para concluir que el hombre culmina su vida consiguiendo ser doctor en las artes de amar y de trabajar? Me parece que muchos… Y con el grado de formación que tuvo este genio ¿seguimos considerando tan sencillo conseguir lo que afirma? A veces, casi siempre diría yo, somos muy ingenuos.
Hay mucha gente que cree, y lo defiende, que todo ser humano por naturaleza comprende lo que es bueno, lo que es justo, lo que es bello, lo que es verdadero. Esta comprensión se supone que nace con cualquier ser humano. ¡Qué mundo tan perfecto tendríamos si esto fuera así! Porque, contrariamente a lo que se piensa, el sabio que logra comprender estas cosas y vivir conforme a ellas no es un ser amargado, triste, y que vive así por obligación moral, sino que resulta que es un ser alegre, feliz y actúa libremente y por libre elección.
Decía un sabio que conocí que hay una prueba irrefutable para saber si alguien que parece sabio por sus palabras y actos es sabio en verdad.
La prueba del algodón era:
Si es alegre, veraz, honrado y trabajador, lo es en verdad. Si no probablemente sea un farsante.
Esta vida no es un valle de lágrimas y el que se amarga en cumplimiento de su “moral” es en verdad un amoral, porque dispone de una moral ficticia e inexistente. Más le valiera dedicarse a cualquier otra cosa que lo hiciera mínimamente feliz.
FUENTE: ABRAXAS CÁDIZ
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