La comparación entre los siguientes dos textos de autores tan alejados en cuanto a su ámbito,
os quiere mostrar cómo ambos coinciden en expresar la insuficiencia de lo limitado para la razón, así como la humildad de la misma para reconocer sus límites, afirmando, por otra parte, lo ilimitado del ser. He ahí la paradoja.
Lo ilimitado parece que se escapa de la razón humana, pero ésta, sin embargo, tiene constancia del “deber ser” de lo ilimitado, pues parece que sólo así lo que se conoce tiene sentido. He aquí ambos textos:
«La solución dada por el conocimiento racional no era más que una indicación de que la respuesta sólo puede obtenerse formulando el problema de otra manera, es decir, sólo cuando se introduzca la relación entre lo finito y lo infinito en el razonamiento. También me di cuenta de que las respuestas dadas por la fe, por muy irracionales y distorsionadas que fueran, tenían la ventaja de introducir la relación entre lo finito y lo infinito sin la cual no puede haber solución (…). Desde el principio, el hombre ha entendido que resolver la cuestión igualando lo finito a lo finito es tan insatisfactorio como igualar lo infinito a lo infinito».
«Sé que la explicación de todas las cosas, como el origen de todas las cosas, debe permanecer oculta en el infinito. Pero quiero que mi comprensión me conduzca a lo que es por definición inexplicable, quiero que lo inexplicable siga siéndolo, no porque no sean justas las exigencias de mi razón (esas exigencias son justas y no puedo comprender nada fuera de ellas), sino porque percibo los límites de mi inteligencia. Quiero comprender de tal manera que cada postulado inexplicable se me aparezca como una necesidad de la razón, y no como una necesidad de creer».
Leon Tolstoi, Confesión, Acantilado, 2008, pp. 85-90 y 141.
«El ser queda para nosotros sin cerrar; nos arrastra por todos los lados hacia lo ilimitado. Y, no obstante, queda siempre como un ser determinado que nos viene al encuentro.
Así es el proceso de nuestro progresivo conocer. Mientras reflexionamos sobre este proceso nos preguntamos por el ser mismo que, sin embargo, parece retroceder siempre ante nosotros con el manifestarse de todas las apariencias que nos viene al encuentro. A este lo llamamos lo abarcador, pero no es el horizonte en el que reside nuestro saber particular, sino lo que jamás se hace visible ni siquiera como horizonte; más bien es aquello de lo que surge todo nuevo horizonte.
Lo abarcador es lo que siempre se anuncia –en los objetos presentes y en el horizonte-, pero que nunca deviene objeto. Es lo que nunca se presenta en sí mismo, mas a la vez aquello en lo cual se nos presenta todo lo demás. Al mismo tiempo es aquello por lo que todas las cosas no son sólo lo que parecen inmediatamente, sino por lo que quedan transparentes.»
Karl Jaspers, Filosofía de la existencia, Planeta,1993, p. 26.
Imágenes: León Tolstoi y Karl Jaspers.
os quiere mostrar cómo ambos coinciden en expresar la insuficiencia de lo limitado para la razón, así como la humildad de la misma para reconocer sus límites, afirmando, por otra parte, lo ilimitado del ser. He ahí la paradoja.
Lo ilimitado parece que se escapa de la razón humana, pero ésta, sin embargo, tiene constancia del “deber ser” de lo ilimitado, pues parece que sólo así lo que se conoce tiene sentido. He aquí ambos textos:
«La solución dada por el conocimiento racional no era más que una indicación de que la respuesta sólo puede obtenerse formulando el problema de otra manera, es decir, sólo cuando se introduzca la relación entre lo finito y lo infinito en el razonamiento. También me di cuenta de que las respuestas dadas por la fe, por muy irracionales y distorsionadas que fueran, tenían la ventaja de introducir la relación entre lo finito y lo infinito sin la cual no puede haber solución (…). Desde el principio, el hombre ha entendido que resolver la cuestión igualando lo finito a lo finito es tan insatisfactorio como igualar lo infinito a lo infinito».
«Sé que la explicación de todas las cosas, como el origen de todas las cosas, debe permanecer oculta en el infinito. Pero quiero que mi comprensión me conduzca a lo que es por definición inexplicable, quiero que lo inexplicable siga siéndolo, no porque no sean justas las exigencias de mi razón (esas exigencias son justas y no puedo comprender nada fuera de ellas), sino porque percibo los límites de mi inteligencia. Quiero comprender de tal manera que cada postulado inexplicable se me aparezca como una necesidad de la razón, y no como una necesidad de creer».
Leon Tolstoi, Confesión, Acantilado, 2008, pp. 85-90 y 141.
«El ser queda para nosotros sin cerrar; nos arrastra por todos los lados hacia lo ilimitado. Y, no obstante, queda siempre como un ser determinado que nos viene al encuentro.
Así es el proceso de nuestro progresivo conocer. Mientras reflexionamos sobre este proceso nos preguntamos por el ser mismo que, sin embargo, parece retroceder siempre ante nosotros con el manifestarse de todas las apariencias que nos viene al encuentro. A este lo llamamos lo abarcador, pero no es el horizonte en el que reside nuestro saber particular, sino lo que jamás se hace visible ni siquiera como horizonte; más bien es aquello de lo que surge todo nuevo horizonte.
Lo abarcador es lo que siempre se anuncia –en los objetos presentes y en el horizonte-, pero que nunca deviene objeto. Es lo que nunca se presenta en sí mismo, mas a la vez aquello en lo cual se nos presenta todo lo demás. Al mismo tiempo es aquello por lo que todas las cosas no son sólo lo que parecen inmediatamente, sino por lo que quedan transparentes.»
Karl Jaspers, Filosofía de la existencia, Planeta,1993, p. 26.
Imágenes: León Tolstoi y Karl Jaspers.
1 comentario:
Decía el cantautor argentino José Larralde en una de sus canciones algo que me quedó grabado desde mi primera juventud:
¿Cuánto tiempo se precisa para sabe cada vez menos?
Publicar un comentario