¿Por qué decimos esto? Pues porque, como Red Consciencial en que nos hemos constituido, inevitablemente estamos comunicando un mensaje a los otros; una información cuya interpretación sólo depende de la conducta más o menos coherente que nosotros asumamos de cara a ellos. Una Red consciencial no puede ser otra cosa que un conjunto de relaciones presidida por un fin común, y cuya nota dominante en las mismas ha de ser la Transparencia; pues la plena autoconciencia es transparencia singularizada, y, como tal, en la medida que se relaciona consigo misma será, simultáneamente, afirmación de la singularidad de las otras conciencias. Como también, a la inversa, la afirmación de la singularidad de las otras conciencias será, a su vez, afirmación de la propia singularidad. Y en esto consiste la auténtica transparencia. Todo lo que soy para mí mismo ha de ser un auténtico presente para los demás.
He aquí el santo y seña de toda realidad superior: el que su relación más íntima consigo misma sea una y la misma cosa que un gesto de apertura, de donación absolutamente gratuita. Pero esto no es otra cosa que Amor, pues ¿acaso no somos más nosotros mismos cuando amamos? Y, por otra parte, ¿se puede hablar de amor si no hay entrega absoluta, o sea, sin pedir nada a cambio?
Todo lo anterior significa que la transparencia es tanto intrasubjetiva como intersubjetiva. Una es condición de la otra. El que es transparente consigo mismo irradiará luz en la vida de los otros; así como unas relaciones intersubjetivas transparentes son, de la misma manera, una fuente inagotable de energía para la transparencia interior de cada uno de los constituyentes de las mismas.
Como sabemos, lo contrario del amor es el egoísmo, y éste, cuando se trata de grupos, es endogamia. Por eso una red consciencial, que no puede ser otra cosa que una red de Amor, es absolutamente incompatible con la endogamia. Porque el amor es un salir de sí mismo que no busca sino el presente de dar. Ese es el milagro del amor: que su regalo es regalar. Y por eso su dar nunca ofende.
Una red consciencial, que ha de ser por lo mismo transparencia amorosa, no puede permanecer cerrada sobre sí misma. Su vocación y, por lo tanto, su voluntad, no puede ser otra que extenderse. Pero su propagación no puede ser asimilación del otro; porque el otro ya pertenece a la red consciencial, aunque él no lo sepa. No se trata de sumar conciencias, como los bancos suman ganancias o los partidos suman votos. Se trata de que esta fracción de la red que se ha hecho transparente a sí misma -pues antes de que se fundase ya existía- prosiga esta autoimpulsión como big-bang consciencial cuyo fin no puede ser otro que el reconocimiento definitivo, en esta dimensión, de lo Uno, en todas sus diferencias y en todos sus cambios. O sea: la transparencia absoluta. Y sólo por ella la luz ilumina, pues la transparencia es origen, camino y fin de toda luz.
Con todo esto no queremos decir otra cosa que la conciencia busca reconocerse como Una en todas sus diferencias y manifestaciones; porque es Una y Múltiple, y se ama en ambas dimensiones. Por eso ninguna de sus manifestaciones sociales le es ajena y busca permearlas. Se busca a sí misma tanto en la expresión religiosa, en la estética, en la política como en la económica. Está en el origen y fin de todas estas expresiones y es Una en todas ellas. Ninguna puede quedar al margen de la red consciencial, porque sería como establecer una especie de elitismo de conciencia, algo extraño a su misma esencia. Luz y transparencia en todo, porque Todo es Uno.
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